Cualquiera de nosotros, en algún momento de su vida, habrá sufrido una sobrecarga de estrés. En este caso, el "nosotros", también incluye a otros miembros del mundo animal.
El estrés, por sí mismo, no es bueno o malo; es simplemente una respuesta adaptativa de nuestro organismo cuando percibe, por ejemplo, alguna situación potencialmente peligrosa o un cambio del ambiente en el que nos encontramos.
Cuando, según nuestra percepción, creemos que la nueva situación puede tener consecuencias positivas sobre nosotros, hablaremos de eustrés. Por ejemplo, ante un inminente ascenso pensamos: "¡Fantástico, no solo dejaré de realizar algunas tareas técnicas que no me motivaban, sino que además ganaré un sueldo mucho mejor!" La sensación es de alegría y felicidad.
Por el contrario, en la misma situación, podemos percibir el cambio como algo negativo para nosotros, nos encontramos ante un caso de distrés: "Jo, no creo que esté capacitado para este nuevo puesto, no sabré hacerlo bien y no creo que vaya a dar abasto." En este caso la sensación es muy distinta y puede englobar miedo, desagrado, la percepción de una amenaza...
Lo que comúnmente viene a ser llamado estrés no es si no una sobrecarga excesiva de distrés que no ha podido ser reconducido eficazmente y que puede provocar en quienes lo padecen: alteraciones leves de la memoria, falta de ánimo, perdida de concentración, nerviosismo...
A pesar de que los factores desencadenantes y el ámbito en el que pueden aparecer pueden ser muy variados este problema tiene una mayor incidencia dentro del área laboral, especialmente en el sector servicios.
Una vez la sociedad se ha sensibilizado con ello se ha tratado de convertir los lugares de trabajo en espacios más amables para las personas que desarrollan allí su vida profesional. Los responsables de las empresas tratan de crear un clima agradable, tranquilo, exento de factores estresantes que puedan suponer una traba para un eficiente desarrollo de las tareas.
Esto que a día de hoy, quienes trabajamos en una oficina moderna, con una temperatura templada, sin ruidos mecánicos y persistentes y en un entorno agradable, puede que hayamos olvidado la importancia de las condiciones en las que desempeñamos nuestro trabajo.
Seguramente, si trabajásemos expuestos al continuo ruido de los barcos que entran y salen de un puerto marítimo nuestro humor cambiaría, estaríamos de peor humor y nuestro nivel de estrés aumentaría y se iría acrecentando.
A nadie le extrañaría si pensase que estamos hablando de los estibadores del puerto o de algún responsable con tareas de oficina intentando sumar números entre tanto ruido, pero en realidad los protagonistas de esta noticia son unos cangrejos.
Según un estudio británico publicado en 'Biology Letters'. El ruido que se ven obligados a sufrir debido al trasiego de barcos les estresa y modifica su comportamiento. Los resultados del experimento son concluyentes: "los cangrejos expuestos a grabaciones de ruidos emitidos por los barcos experimentaban un aumento de su ritmo metabólico que sugería altos niveles de estrés".
El experimento, que también reveló que el ruido de los barcos les afectaba más negativamente que el ruido ambiente del puerto afirmaba que "cuando esta situación se produce en su medio natural, puede tener consecuencias graves para su crecimiento. Un aumento en su ritmo metabólico puede indicar un aumento en el nivel de estrés. Y el estrés crónico, por supuesto, es un problema para cualquier animal. Es más, si mantiene un ritmo metabólico alto el animal necesitará aumentar su consumo de comida, lo que se traducirá en que pasará más tiempo buscando alimento, incrementando el riesgo de que sea devorado por algún depredador".
Cuesta imaginar que unos cangrejos, con preocupaciones mucho más básicas que las de los seres humanos, puedan ser víctimas de los agentes estresantes exteriores, pero al fin y al cabo, como todos los seres, son afectados por el entorno en el que viven.
Estos cangrejos puede ser un perfecto recordatorio de la importancia de convertir nuestro lugar de trabajo en un espacio tranquilo y relajado, adecuado para poder realizar nuestras tareas de manera eficiente y eficaz, para que cuando acabemos nuestra jornada, podamos salir por la puerta con una sonrisa y la mente limpia de cualquier atisbo de estrés.