Como veíamos en el post del otro día (Un perro viejo siempre es capaz de aprender nuevos trucos), salir de la zona de confort es un requisito imprescindible si queremos incrementar nuestra creatividad. Y no sólo para esto, sino también para desarrollar nuestra mente, aprender cosas nuevas y tener la posibilidad de disfrutar más de las cosas.
Últimamente me doy cuenta de la cantidad de veces que me digo a mí misma eso de "¿Para qué me meteré en estos berenjenales?" u otros me dicen "¿Por qué te complicas la vida?". Lo cierto es que en determinados momentos me arrepiento del embolao en el que me he metido yo sola. Pero luego, analizándolo fríamente, me doy cuenta que sin esos problemillas buscados, la vida sería más triste. Y es que hacer determinadas cosas supone tiempo, esfuerzo y, en muchos casos, quebraderos de cabeza pero, también, es lo que más se acaba disfrutando. Adoptar un perro, preparar una fiesta, organizar un viaje, comenzar una afición... son algunos ejemplos de esos berenjenales que en el fondo ponen la sal a la vida y nos proporcionan las mayores satisfacciones.
Y es que, como vimos el otro día, sólo si somos capaces de poner un pie fuera de la zona de confort tendremos la oportunidad de disfrutar de la vida.
Pero, vayamos por partes.
¿Qué es la zona de confort? Es aquel ámbito en el que nos sentimos seguros, donde sabemos que tenemos todo bajo control. Es el resultado de lo que hemos ido aprendiendo con los años, las soluciones que hemos ido encontrando, las costumbres adquiridas... Es la puesta en práctica del "más vale malo conocido que bueno por conocer". Porque dentro de la zona de confort no necesariamente todo es bueno, pero sí es conocido y, sobre todo, cómodo. Es una forma de conformismo que nos permite vivir sin arriesgar (y, por tanto, tampoco nos permite ganar mucho). Es donde sentimos que estamos fuera de peligro, que evitamos el fracaso, donde no sentimos miedo. Es donde la pereza nos estanca.
Pero vivir encerrados en nuestra zona de confort es también una forma de ponernos límites, de perdernos grandes oportunidades, de impedirnos descubrir cosas que nos pueden satisfacer más y de alcanzar logros que ni siquiera pensamos que estén a nuestro alcance.
Si somos capaces de sacar un solo pie de nuestra zona de confort entraremos en la zona de aprendizaje. Es decir, saldremos del malo conocido para adentrarnos en el bueno por conocer. Serán todas aquellas cosas que nos resultan novedosas y que nos permitirán vivir nuevas experiencias. Hablar con un desconocido, probar comida exótica, viajar al extranjero, cambiar de trabajo... son experiencias que no necesariamente nos van a resultar fáciles y agradables al principio, pero que, desde luego, nos permitirán aprender y, sobre todo, ir agrandando nuestra zona de confort a la que, antes o después, nos gustará regresar de vez en cuando. Volveremos, pero cuanto más grande sea esa zona, más espacio tendremos para movernos.
Pero tomar las riendas de tu vida y enfrentarte a la zona de aprendizaje, ese gran desconocido, no es un paso sencillo. Sabemos que una de las cosas más complicadas es el cambio. Pero el cambio es posible. Difícil sí, imposible no. Por ello, vamos a ver algunas claves que nos pueden ayudar a ir saliendo o, al menos, ampliar, nuestra zona de confort.