A veces conseguir algo no es sencillo. Nos encontramos con muchos obstáculos para llegar al objetivo que nos hemos planteado. Pero hay ocasiones en las que las personas no desisten.
Llama la atención que, por ejemplo, la famosa novela de Stephen King, Carrie, que luego se llevó a la gran pantalla, fuera rechazada 30 veces antes de que por fin alguien se decidiese a publicarla. Pero, obviamente, él insistió.
Esta capacidad para persistir no se da siempre ni en todas las personas en el mismo grado. Está claro que hay personas con más motivación que otras, con más fuerza de voluntad, más cabezotas... En otras cosas, la diferencia la marca nuestra propia motivación: nos esforzamos más cuanto más importante es el resultado para nosotros.
Pero, ¿cómo afecta el hecho de que tengamos o no la opción de abandonar una tarea en nuestra insistencia en acabarla?
Aunque aparentemente parecería que lo lógico es que si nos obligan a terminar algo pondríamos más interés en finalizarlo, Rom Schrift, de la Wharton Business School, y Jeffrey Parker de la Universidad de Georgia, llevaron a cabo un estudio publicado en Psychological Science, que indica lo contrario: lo intentamos con más empeño cuando nos permiten abandonar.
A los sujetos del estudio se les decía que debían completar una sopa de letras y que podrían ganar un premio en función de su ejecución. Había tres grupos experimentales distintos:
No se encontraron grandes diferencias entre el primer y tercer grupo (aquellos con obligación de participar), pero sí con el tercero. Aquellos a los que se les dio la opción de no participar no sólo dedicaron más tiempo a la tarea, sino que incluso lo hicieron mejor.
Los autores llevaron a cabo otros dos experimentos alterando algunas variables del juego y los resultados se replicaron.
Estos resultados tienen grandes implicaciones para el líder, que debe plantearse cómo presenta las tareas a sus colaboradores. Preguntar si tienen interés en participar en determinados proyectos más que imponérselos puede ser una clave a la hora de incrementar la productividad y la persistencia.
Está claro que no se pueden dejar todos los proyectos de una empresa a la voluntad de los empleados porque correríamos el riesgo de que nadie quisiera llevarlos a cabo, pero sí podemos plantearnos cómo presentarlos y, sobre todo, cómo utilizar los que pueden despertar más interés.