Según un estudio desarrollado en la Universidad de San Francisco con 154 personas, las cosas que tenemos (las posesiones materiales) nunca nos harán tan felices como las cosas que hacemos.
La razón es muy sencilla: nos adaptamos a las cosas materiales en cuestión de días o semanas por lo que la sensación de felicidad resulta muy efímera, no importa cuán importantes hayan sido para nosotros. Sin embargo, las experiencias son posesiones invaluables debido a una causa esencial: nos reportan sensaciones muy satisfactorias que se hacen cada vez placenteras en tanto nuestra memoria las remomora y volvemos a reproducir la sensación de satisfacción.