Hace poco un amigo me envió un artículo que me hizo reflexionar. El planteamiento del artículo parte de la idea de que cuando a alguien se le pregunta: "¿Qué es lo que más deseas en la vida?" todo el mundo acaba respondiendo cosas similares, demasiado obvias y genéricas: ser feliz, tener una vida fácil, una buena relación de pareja, un cuerpo perfecto, ser famoso y/o tener dinero...
Una respuesta habitual es: "poder hacer lo que me apasiona". Pero cuando se pregunta a esa misma persona qué es lo que le apasiona, ya no tiene tan clara la respuesta. Lo cierto es que no es tan fácil saber qué es lo que te apasiona. Al menos no lo es para mí.
Conozco personas que parece que lo tienen muy claro. Pero incluso en estos casos, bien mirado, a veces la cosa no es tan evidente. Lo que les apasiona hoy, pasado mañana ya les aburre. Van dando bandazos de unas aficiones a otras eso sí, poniendo toda la carne en el asador cada vez que se implican por primera vez en una. Luego pierden rápido fuelle, y nunca más se supo.
Otras personas no parecen estar interesadas en nada o casi nada. O tal vez no encuentran o no saben por dónde tirar. El caso es que parecen carecer de interés alguno en nada.
Algunas sí se ve que realmente están centradas en alguna tarea o afición, y no pierden oportunidad de dedicarse a ello, practicar, mejorar...
Pero, en cualquier caso, no es sencillo. Y lo que plantea el artículo es que el error no está en la respuesta, sino en la pregunta. No se trata de analizar qué queremos en la vida sino por qué estamos dispuestos a sufrir. La base de este razonamiento es que la felicidad sólo se consigue mediante trabajo. Es el clásico: "quien algo quiere, algo le cuesta".
Porque está claro que todos queremos un buen puesto con un buen sueldo pero, ¿estamos dispuestos a invertir las horas que esto implica?, ¿asumir la responsabilidad que conlleva?, ¿a llevar a cabo viajes o largos desplazamientos hasta el lugar de trabajo?...
Todos queremos tener un cuerpo diez pero, ¿estamos todos por la labor de ir a sudar al gimnasio o salir a correr llueva o nieve?, ¿nos resignaríamos a privarnos de ciertos alimentos?...
Todos deseamos una relación de pareja satisfactoria a nivel emocional y física pero ¿estamos dispuestos a asumir el compromiso que conlleva?, ¿a realizar los esfuerzos necesarios para mantener una buena comunicación?, ¿a ofrecer el apoyo emocional requerido en todo momento?, ¿a cumplir con determinados compromisos sociales y familiares que comporta una relación?...
Así que el éxito en nuestras vidas no viene determinado por lo que queremos sino por el sufrimiento que somos capaces de tolerar para conseguir ciertas cosas. Sólo conseguimos los beneficios de algo si asumimos los costes que implica.
Así que si quieres saber qué es lo que realmente te apasiona, qué es lo que verdaderamente te interesa conseguir en la vida piensa por qué estás dispuesto a esforzarte. ¿Qué sacrificios serías capaz de hacer de buena gana para conseguir un determinado objetivo? ¿Qué es eso para lo que tu motivación es tan alta que no te importa echar el resto?
Si aun así tienes dudas, hazte las siguientes preguntas: