La vida es tan fugaz como el momento presente. Sólo existe el aquí y el ahora. A pesar de que todos conocemos este hecho vivimos cada día pensando que mañana llegará, pero a veces ese mañana no llega. En ese momento tomamos conciencia de lo poco preparados que estamos para afrontar las pérdidas.
No estamos preparados para sufrir, nadie nos enseña qué, ni cómo hacer cuando la vida te da una bofetada que te hace volver la cara.
Qué pasa cuando toda la fe y confianza en el futuro se desvanece porque el futuro proyectado ya no existe. Cómo reconstruimos las esperanzas perdidas, la ilusión desaparecida, qué se hace con todos esos sueños de mañana que ya no se cumplirán.
Nadie nos enseña, aprendemos sobre la marcha de la propia experiencia, si acaso tenemos suerte que alguien cerca haya pasado por algo similar, nos hará llegar las recomendaciones de lo que en su caso funcionó y le ayudó a mitigar el dolor.
Parece como que el dolor no estuviera permitido. Vivimos en mundo tan orientado a la satisfacción, el bien estar, el hedonismo que todo va empujando hacia mitigar el dolor, que desaparezca lo antes posible. No estoy en absoluto de acuerdo, el dolor hay que pasarlo, hay que vivirlo y sentirlo, para que no cure en falso. Hay que dejar que duela. Como en cualquier herida hay un proceso, y siempre pasa por el dolor antes de la cicatrización.
El tiempo, es cierto que el tiempo ayuda para casi todo, hoy ya no es igual que ayer, y seguramente mañana será distinto de hoy, el tiempo, ese tópico, es cierto que si se cumple.
Vivimos tan aferrados a la permanencia de las cosas, que no percibimos que nuestra vida es cambio puro, es cierto que a veces ese cambio es tan brutal e inesperado que no tenemos la preparación psicológica para procesarlo y encajarlo, y es en ese momento cuando uno siente que en su cabeza algo explota por dentro, no sabes qué pensar, ni que hacer, ni decir, nada parece que tenga sentido, y es porque seguramente no lo tenga.
Siempre tratamos de entender, de explicar, de comprender, parece que así las cosas serán más fáciles, pero en la mayoría de los casos no hay ninguna explicación, no hay ningún sentido, ha sucedido y no hay posibilidad de comprensión en lo incomprensible.
Desde la seguridad y el cobijo del ahora da vértigo pensar que eso puede dejar de existir tal y como lo concebimos en el presente, pero a veces sucede y ya todo cambia.
La vida se transforma y se vuelve distinta, y con las nuevas piezas como si de un lego se tratara hay que construir algo nuevo.
Los que observan no saben que decir, y los que lo viven no saben que sentir, y entonces volvemos a apelar al tiempo, el tiempo hará....