La formación es un proceso cuyo resultado final es el aumento de conocimientos, competencias y/o habilidades en el alumno, así como la modificación en su sistema de actitudes y valores.
Tradicionalmente, este proceso era pilotado por el formador. Se le presuponían, al menos, el dominio de dos aspectos: el contenido o la materia en cuestión y la capacidad para trasmitirla al alumno.
Si tuviéramos que considerar cual es el más importante de estos dos aspectos podríamos responder con un depende. Si los conocimientos son escasos y solamente están en poder de la persona que forma, es evidente que es aspecto es el principal, independientemente de la bondad de sus capacidades pedagógicas.
Por otro lado, si los conocimientos son accesibles para cualquier persona, son fáciles de conseguir a partir de libros, internet, etc., está claro que lo más importante será seleccionar a aquella persona que sepa trasmitir estos conocimientos.
En la actualidad, y dados los avances existentes en la distribución de información y conocimientos, es fácil acceder a prácticamente cualquier conocimiento. En cualquier momento puedo asomarme a internet y conseguir prácticamente cualquier conocimiento.
Siendo esto así, hemos considerado que el formador ya no es tan importante puesto que los conocimientos no son exclusivos. Y aunque lo fueran, con que los deje recogidos en un pdf, ya nos ocupamos de distribuirlos.
Este hecho ha quedado patente en la formación on-line. El formador desaparece del proceso. Bueno, no del todo. En el mejor de los casos se cuenta con él para que elabore los contenidos de una manera pedagógica, teniendo en cuenta que el alumno no va a verle y por tanto, el formador que está elaborando los contenidos, tiene que imaginarse en qué momentos el alumno tendrá dificultades y hacer un esfuerzo pedagógico.
También estará a la espera de que algún alumno tenga alguna duda para contestarla vía mail.
El formador tenía dos funciones principales y se nos olvidó una de ellas. El formador es mediador entre el alumno y los conocimientos. No se trata de lo que el formador sabe, sino de cómo se lo va haciendo llegar al alumno. Y no solamente me refiero a que elabore un buen diseno curricular, sino que el formador, con estar ahí, cerca del alumno, dándole feedback, supervisando su trabajo, proponiendo un camino a seguir, esperando resultados, etc., está creando un valor más allá de los contenidos.
El formador está mediando y estableciendo las condiciones estimulares para que el alumno se motive, aumente su atención, no decaiga en su esfuerzo y no se sienta solo y abandonado ante los contenidos.
?No es válida por tanto la formación on-line? Afirmar esto sería como decir que no son válidas las relaciones sociales que se tiene a través del Chat, como el Messenger, o a través del mail o de cualquier red social.
Al contrario, el formador puede estar presente en una formación on-line con la misma fuerza con la que están presentes nuestros contactos en cualquiera de los medios mencionados. Y además, con todas las ventajas de la formación on-line.
Para ello, la formación on-line debería tener en cuenta algunos aspectos:
La formación on-line es algo grandioso porque gracias a ello podemos acceder a casi todos los conocimientos del mundo. Podemos proponernos aprender cosas que antes sería impensable o muy difícil. Pero si no contamos con un mediador entre nosotros y la vorágine de información, entre nosotros y nuestra tendencia a la comodidad, entre nosotros y la soledad de la autoformación, es posible que el porcentaje de abandono o de no asimilación de la información sea muy elevado.
Precisamente hoy en día que la información y el conocimiento no son un problema, debemos poner a disposición del alumno mediadores del conocimiento.