Llevamos ya más de dos años trabajando en un proyecto bastante grande. Como se trata de un proyecto con un Ministerio, este año tuvimos que presentarnos a un concurso para seguir con los nuevos módulos. Competíamos con grandes empresas pero, finalmente nos lo adjudicaron a nosotros.
Cuando informé de la buena noticia al equipo, una de las personas me agradeció las gestiones para conseguir "que todos podamos seguir teniendo trabajo". Le contesté que había participado más gente en la propuesta pero, que sobre todo, si nos lo habían dado era porque el Ministerio estaba muy contento con el trabajo realizado durante estos años. Y eso también había sido el resultado del esfuerzo de todos los que colaboramos en el proyecto.
Somos muchos, un equipo de más de 20 personas que durante los últimos años, granito a granito, hemos ido no sólo consiguiendo los objetivos marcados, sino incluso ir mejorando poco a poco, excediendo las expectativas del cliente. Podemos decir que el camino ha sido largo y muchas veces complicado, pero entre todos hemos ido superando los obstáculos. Y seguimos trabajando.
El comentario de esta persona, y la historia que os incluyo a continuación, me han hecho reflexionar sobre la facilidad que tenemos a veces de olvidar que en esta vida, son muchas las personas que participan para que se logre casi cualquier cosa, en cualquier ámbito de nuestra vida. Que muchas veces el protagonista o artífice de un logro parece ser una sola persona porque es la más visible, pero en el fondo, hay mucho esfuerzo y personas detrás. Que por pequeña que sea la aportación, se hace grande cuando suma al conjunto final. Porque hasta la pieza más pequeña resulta fundamental para que el engranaje funcione correctamente.
Yo (que me ha tocado el papel de cara visible frente al cliente) puedo decir con orgullo que el éxito es mérito de todos y que me presento segura y con la cabeza bien alta porque sé que todas las piezas del engranaje hacen bien su trabajo. Tengo la tranquilidad de tener un paracaídas bien empacado.
Charles Plumb, era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita. A su regreso a Estados Unidos, daba conferencias relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión.
Un día estaba en un restaurante y un hombre lo saludó:
Le dijo "Hola, usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron verdad?"
"Y usted, ¿cómo sabe eso?", le preguntó Plumb.
"Porque yo empacaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?".
Plumb casi se ahogó de sorpresa y con mucha gratitud le respondió: "Claro que funcionó, si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí."
Estando solo Plumb no pudo dormir esa noche, meditando:
Se preguntaba "¿Cuántas veces vi en el portaviones a ese hombre y nunca le dije buenos días? Yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero."
Pensó también en las horas que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.
Ahora, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia: "¿Quién empacó hoy tu paracaídas?".
Todos tenemos a alguien cuyo trabajo es importante para que nosotros podamos salir adelante. Uno necesita muchos paracaídas en el día: uno físico, uno emocional, uno mental y hasta uno espiritual.
A veces, en los desafíos que la vida nos lanza a diario, perdemos de vista lo que es verdaderamente importante y las personas que nos salvan en el momento oportuno sin que se los pidamos.
Dejamos de saludar, de dar las gracias, de felicitar a alguien, o aunque sea, decir algo amable sólo porque sí.
Hoy, esta semana, este año, cada día, trata de darte cuenta quién empaca tu paracaídas, y agradécelo.