La cocina profesional se convierte en una herramienta para fomentar el trabajo en equipo.
Que la cocina está de moda es algo que todos podemos comprobar encendiendo nuestro televisor o consultando prensa o webs de información.
Hace años, si hubiésemos preguntado nombres de cocineros famosos a cualquier persona no relacionada con el mundo de la restauración, seguramente no habría podido nombrar muchos más allá de Karlos Arguiñano, el precursor en España de toda una gran saga de cocineros que han ido introduciéndose en nuestros hogares gracias a la televisión.
Reconozco que pertenezco a ese grupo de personas que siempre ha disfrutado de la gastronomía y cuando he viajado a otras ciudades o países siempre he tratado de probar platos diferentes. Pero a pesar de haber tenido antecedentes familiares de grandes cocineros nunca había llegado a pasar de comensal a cocinero.
Influido por la multitud de programas de televisión sobre el mundo de la cocina, ha comenzado mi etapa como cocinero amateur. Cocinando sin presión, en familia uno encuentra un espacio perfecto para crear y relajarse y, si el resultado acompaña y se consigue un buen plato, mucho mejor.
Algunas empresas también han empezado a reconocer los beneficios extra que aporta la cocina e incorporan algunos cursos o experiencias gastronómicas dentro de sus programas de formación o como premios y recompensas para sus empleados.
Y es que el funcionamiento dentro de la cocina no difiere de lo que podríamos encontrar en cualquier empresa, nos encontramos con:
La cocina no es el terreno habitual y familiar que si puede ser la oficina y aquí las líneas jerárquicas entre jefes y empleados se difuminan en un ambiente más informal y divertido. El personal se puede dividir en grupos y aceptar los desafíos propuestos en igualdad de condiciones. Será el chef el que decida los objetivos, reparta tareas y enseñe a todos entre fuegos y sartenes.
En algunos casos el resultado de todo el esfuerzo conjunto se convierte en una comida o cena gourmet, que además de un valor añadido resulta una merecida recompensa.
Llegados a este punto, y con la tarea cumplida, solo faltaría una frase por añadir: ¡Qué aproveche!