Indignación es un enojo o enfado vehemente contra una persona o contra sus acciones. Puede asociarse esta emoción a la ira, la irritabilidad o la furia. (http://definicion.de/indignacion/#ixzz3Q8ikGTjp)
Facebook e Instagram dejaron de funcionar este martes a nivel mundial durante hora y media a partir de las 6.00 GMT (7.00 hora española). Ante la caída de dos gigantes, los usuarios recurrieron a Twitter para expresar su frustración y la etiqueta #Facebookdown enseguida se convirtió en tema del momento en Estados Unidos.
Estamos locos o qué. Como dice un amigo, “Como indignarse es gratis, pues nada, a indignarse sin reparar en gastos”.
Me llama la atención esta noticia por el contenido de la misma y porque además sea noticia. Más allá de entrar a valorar Facebook o Instagram hay que reconocer que hace poco no formaban parte de nuestras vidas, ni siquiera como un deseo al que aspiramos. Sencillamente no suponían una necesidad. En poco tiempo nos hemos acostumbrado a ellas. Para las personas que lo usan hay que decir que ofrecen un gran servicio a cambio de coste 0, en el sentido de que el usuario no tiene que pagar por utilizarlas. Hay muchas otras cosas por las que pagamos y seguramente no ofrecen tantas horas de entretenimiento (siempre desde el punto de vista de quien lo utiliza).
Es un sistema que debe ser difícil mantener, acosado por hackers, expuesto a todo tipo de usuarios, adolescentes, madres, abuelas, analfabetos y listillos digitales, vamos que lo raro es que esté ahí dando servicio diariamente. Y un día se cae durante 90 minutos y genera una noticia destacando la frustración que ha creado en los usuarios.
Realmente mi reflexión no va en defensa de Facebook del que soy usuario esporádico, aun reconociendo las virtudes y defectos. Lo que me indigna es la indignación indiscriminada que parece haber hoy en día por todo. Por ejemplo, esta noticia no debería indignarme y sin embargo, aquí estoy, indignado por la indignación de otros. Es más, seguro que más de uno que esté leyendo el post se indigne por atreverme a indignarme.
Creo que deberíamos revisar el concepto de indignación. Lo podemos percibir como un derecho, como algo positivo, seudónimo de la libertad de expresión y antónimo de la sumisión. Sin embargo, no creo que gratis indignarse. Todo aquello que produzca ira, irritabilidad y/o furia no es algo gratuito. Al contrario tiene un coste grande tanto a nivel emocional de una manera directa como a nivel social indirectamente por lo insoportables que nos hace ante los demás el estar irritados, por no decir coste a nivel económico cuando tengamos que acudir a un coach, a un psicólogo o a la bebida.
Y podemos pensar que la emoción lo produce el hecho en sí. Pero no es cierto. Hay hechos que de una manera incontrolable genera indignación, pero hay otros muchos que dependen de nosotros, del permiso que nos damos para dejarnos llevar por esa indignación. Hemos ido aprendiendo a azuzarnos, a echar leña a nuestro fuego, a sentir nuestros derechos pisoteados y ahora vemos hostilidad por todas las esquinas y en lugar de cultivar la indiferencia, como protector contra la irritación, levantamos a la mínima la bandera de la indignación.