"Lo que te ofende sólo contribuye a debilitarte. Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontrarás cada dos por tres". Mario Alonso Puig
Cada vez que alguien nos trata de forma, vamos a decir un tanto "hostil", se pone a prueba nuestro equilibrio emocional, en función de en qué grado nos sentimos ofendidos por esa persona.
El número de interacciones a lo largo del día con decenas de personas nos brinda numerosas ocasiones para ofendernos y vivir con amargura diversas situaciones. Y lo que es peor, si la situación no se resuelve de forma positiva, el rencor queda ocupando un gran espacio emocional en nuestra mente y nuestro cuerpo.
El enfado, aunque a priori choca admitirlo, es el resultado de una elección personal. Prueba de ello es que hay personas que no se inmutan por nada, mientras que otras saltan ante cualquier comentario, gesto o mirada que interpreten como hostil.
El doctor en psicología Martin Lyden habla de las personas susceptibles, con "piel fina", como aquellas que todo lo filtran según lo que harían ellas, y cualquier cosa que se salga de su propio código lo interpretan como un ataque.
Por lo general, la ofensa se basa en una mera interpretación, ya que el ofendido presupone que su interlocutor tiene una serie de intenciones, cuando en la mayoría de las ocasiones dichas intenciones nada tienen que ver con nuestras interpretaciones. Pueden ser motivos de ofensa una respuesta demasiado seca, un tono de voz inadecuado, una respuesta más pronto o más tarde de lo esperado, un gesto, una mirada, etc.
En muchos casos el ofendido asume un papel de víctima a partir de la idea de que la acción de otros tiene la intención de humillarle, esto desemboca en aumento de la tensión ante el cóctel de emociones negativas que se van albergando. El doctor Martin Lyden propone un remedio de choque: "El humor implica un replanteamiento de lo que ha sucedido. Reconocer una incongruencia en una situación desde el humor puede ser sanador, en muchos casos ".
Uno de los grandes aprendizajes de todo ser humano es aceptar que las personas a nuestro alrededor nunca se expresarán como nosotros lo desearíamos, ni se comportarán como esperamos, y que ello no supone ningún ataque, ni cuestionamiento, ni ofensa hacia nosotros.
En una ocasión le preguntaron al Dalai Lama por qué no estaba enfadado con el Gobierno comunista chino, después de haber tenido que exiliarse, entre muchos otros percances. Su respuesta fue: "Si me enojara, entonces no sería capaz de dormir por la noche o de comer mis comidas en paz. Me saldrían úlceras, y mi salud se deterioraría. Mi ira no puede cambiar el pasado o mejorar el futuro, así que ¿para qué serviría?".
"Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros (...) Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha establecido en su mente. Su punto de vista surge de toda la programación que recibió durante su domesticación". Miguel Ruiz.
La paz interior empieza cuando eliges no permitir que otra persona o evento controle tus emociones". Proverbio oriental.
"Esperar que el mundo te trate bien porque eres una persona honesta es como esperar que el toro no te embista porque eres vegetariano..."