Paciencia... esa gran desconocida

"La paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos dulces". 

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Nuria Fernández López

 

Es muy probable que tengamos la sensación de vivir en un mundo en el que los resultados inmediatos y la tendencia al hedonismo es la norma. Esto que dicho así,  puede parecer que no reviste mayor interés, lo cierto es que es una fuente de grandes insatisfacciones y frustraciones,  que pueden llegar a desembocar en problemas  psicológicos  y  físicos.

La paciencia es una cualidad a cultivar que debemos aprender y sobretodo ejercitar. En contra de lo que nos venden cada día, es clave aprender a convivir con límites, y aunque puede que no resulte muy popular decirlo, aprender a interiorizar disciplinas y normas,  que nada tienen que ver con  la tiranía, la sobreprotección y el ejercicio de la libertad personal. Sin duda,  cultivar la paciencia, nos va a ser de una gran utilidad a lo largo de nuestra vida.

Cuando uno siembra una semilla, por mucho que desee que el tallo brote y madure en forma express, no lo hará siguiendo la fuerza de nuestro deseo, sino escuchando su propio tempo. Sí o sí, habremos de esperar. La forma en como esperemos marcará la diferencia entre la aceptación, la proactividad y el disfrute del camino o la agitación, la angustia y el estrés. Esto último, es un sufrimiento gratuito del cual no se obtiene ningún rédito positivo.

Lamentablemente, el diseño de nuestra sociedad nos empuja y acelera. Ya Seligman nos advertía de que debemos aprender a sentirnos mal como respuesta a determinadas circunstancias de la vida, ya que tendemos a interpretar el sentirnos mal como algo problemático y socialmente inaceptable, cuando el experimentar malestar está en la base de nuestra capacidad evolutiva de adaptación.

Pero, aunque la  "sociedad" y los valores que nos impone tengan un peso importante, somos nosotros, como individuos, quienes elegimos cómo queremos vivir nuestra vida. Desde  cosas tan sencillas, como salir con tiempo ante una cita y disfrutar del camino, mas que llegar estresados con el tiempo pegado a nuestros talones.  Todos hemos oído a nuestros mayores  decir:"Si pudiera volver atrás, me hubiese tomado la vida con más calma",  igual es algo a tener en cuenta, ya que la experiencia es una gran maestra.

Saber postergar la gratificación, ser pacientes, poner voluntad, experimentar el malestar de la demora y la espera, no es una competencia menor.

El profesor Walter Mischel, un prestigioso psicólogo social,  catedrático de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, llevó a cabo diferentes experimentos con niños en los que quería observar si había diferencias entre aquellos niños que no eran capaces de postergar el placer y aquellos que sí.

El experimento era muy simple: se ofrecía a los niños una apetitosa y blandita nube. Se les decía que si era capaz de resistir sin comérsela hasta el regreso del profesor, un cuarto de hora después, recibiría otra golosina exactamente igual. El resultado: más de la mitad de los niños cayeron en la tentación y acabaron  comiéndose el dulce en menos de tres minutos, un 15% la lamió, pellizco, tocó, y apenas el 30% superó la prueba.

Pero aquí no acababa el experimento. El profesor Mischel decidió seguir la vida de esos niños durante veinte años, y descubrió que quienes habían tenido mayor dificultad en manejar sus impulsos y menos paciencia presentaban más dificultades emocionales y de autocontrol en el futuro. Les era más difícil manejar la presión, controlar el estrés y les era más complicado gestionar sus relaciones.

A cada cual le toca llevar las conclusiones a su propio jardín.

 

 

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