Mucho se ha dicho con respecto a que la crisis supone una oportunidad para aprender a hacer las cosas mejor. Qué cuando salgamos, saldremos fortalecidos y con grandes aprendizajes incorporados a nuestro bagaje profesional. Seguro que será así, por propia supervivencia, casi es la única opción que nos queda, ya que serán pocos los que puedan permitirse el gran lujo de seguir haciendo las cosas del mismo modo. No porque hacer lo mismo sea mejor, sino, porque si pueden hacerlo, es una senal de que la crisis les ha respetado, sino, se hubiesen visto abocados al cambio, quisieran o no.
Coincido plenamente en que, a veces, tienen que ocurrir cosas como esta, para que reflexionemos y empecemos a hacer las cosas de distinto modo. Es, tal vez, el empujón que nos orienta hacia una forma de hacer diferente, que en muchos casos ya estaba en nuestras cabezas, pero que no poníamos en marcha, porque mientras las cosas "vayan saliendo", ?por qué cambiarlas?. Ahora no queda más remedio, parece que se ha creado un "sentido de urgencia" que nos apremia a todos.
Sin duda, las personas que dirigen a personas se han encontrado con un gran reto. Ya que a las dificultades habituales han debido de sumar la incertidumbre que se ha instalado en todos nosotros en los últimos tiempos.
Trabajar con esto, ya es de por si un enorme reto. Qué hay más difícil que ilusionar, implicar o motivar a alguien en un trabajo o en un proyecto, que en muchas ocasiones no se sabe hasta cuando alcanzará.
Hay algunos aspectos, de esos que suelen darse por supuesto en el "buen líder" que son claves, y que ahora más que nunca es necesario retomar, re-interpretar y sobre todo "aplicar":
Todas éstas indicaciones contienen un trasfondo común, que no es otro, que para conseguir resultados diferentes, hay que hacer los cosas de diferente modo, con confianza, optimismo y creyendo que el cambio y la mejora es posible.
Suscribo totalmente una frase de Antoinie de Saint Exupery: " El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo".