La impotencia: mal que irrumpe en la vida de las personas llevándolas a la frustración, la desesperación y la angustia.
Quien más y quien menos viendo las imágenes que los medios de comunicación nos muestran de los incendios en Galicia, Asturias y Portugal es posible que haya experimentado un cierto sentimiento de impotencia.
Según el diccionario, la "impotencia" se describe como la "falta de fuerza, poder o competencia para realizar una cosa, hacer que suceda o ponerle resistencia", sin embargo, creo que el concepto va más allá, pudiendo llegar a ser un sentimiento de desolación que resulta de la imposibilidad de lograr o evitar algo aun poniendo todo de nuestra parte.
Nos sentimos impotentes frente a situaciones sobre las que no podemos ejercer control, que nos desbordan y nos dejan sin opciones. Son momentos que escapan de nuestro control y eso es lo que hace que se produzca esa sensación de incapacidad, frustración, tristeza, desaliento y desesperanza.
Somos impotentes ante una situación que no está a nuestro alcance que escapa de nuestro control. La impotencia es el dolor emocional que deriva de no poder remediar esa situación o circunstancia. Es un sentimiento de desconsuelo que aflora al descubrir no hay nada que podamos hacer para parar o reparar un daño.
Sentir impotencia y frustración por una situación que no comprendemos y nos desborda es doloroso porque a los seres humanos nos cuesta mucho asumir y aceptar que existen sucesos que escapan a nuestro control, voluntad y en este caso incluso entendimiento.
La impotencia está pues también relacionada con la falta de entendimiento, comprensión e interpretación de porque sucede algo.
Aunque puede llevar al bloqueo emocional, por el contrario, también puede despertar la solidaridad, el compromiso, la implicación, la voluntad, donde las personas dejan de ser observadores pasivos y tratan a pesar de su impotencia de no dejarse doblegar por la desesperanza, encarando la adversidad con voluntad y arrojo.