Decía Paul Watzlawick que es "imposible no comunicar". Dando por hecho que todo comportamiento es una forma de comunicación, resulta inviable pensar que no se puede comunicar porque no existe el "no comportamiento". Así, por ejemplo, el silencio más absoluto es, en muchos casos, el mensaje más claro que podemos transmitir.
Este axioma básico de la comunicación defendido por la Escuela de Palo Alto, cuando se plasma en papel, tiene su sentido. Pero cuando nos trasladamos al día a día, me surgen dudas de si, de hecho, es posible comunicarse en algunos casos. Ya no se trata sólo de compartir un mismo código, el famoso lenguaje. Todos sabemos lo difícil que puede resultar intentar transmitir un mensaje a una persona que no habla nuestro idioma. Pero, lo que está claro es que no es sólo un tema de código. La dificultad de la comunicación viene de algo mucho más profundo. Te das cuenta cuando oyes a otra persona describir algo y ves que su percepción es tan distinta a la tuya que podríais estar viviendo en mundo paralelos.
Hasta ahora teníamos la opción de pensar que esto es debido a que estamos inmersos en una simulación informática, como Matrix. Esta era una teoría que postulaba que toda nuestra existencia no era más que una sofisticada simulación, y era defendida por algunos científicos. Pero parece que ahora ha sido rebatida en un estudio llevado a cabo por físicos de la Universidad de Oxford, con lo cual nos quedamos sin explicaciones a este fenómeno tan habitual: ¿cómo es posible que donde yo veo negro el otro vea blanco?
Porque esto es lo que pasa con frecuencia. Resulta imposible el debate porque se parten de premisas tan opuestas, que no es posible encontrar un hilo conductor. No es que no se pueda hablar con una persona porque no habla tu idioma, es que es imposible hablar con alguien que no comparte ni la más mínima parte de la realidad sobre la que tú basas tus argumentos. Tú miras al otro y por mucho que lo intentas, no puedes comprender cómo puede estar viendo algo que, claramente, no está ahí. El otro, por su parte, está haciendo el mismo análisis simultáneamente, preguntándose de qué demonios hablas. Y entre análisis y análisis, resulta imposible centrarse en la conversación. El mensaje deja tener de importancia. ¿Cómo puedo intentar describir a alguien lo maravilloso que resulta el blanco si esa persona no tiene el blanco dentro de su espectro cromático? Además, para dificultar más la cosa, el otro no está ni mínimamente interesado en que le hables del blanco porque sabe que ese color no existe. El interés del otro está hacerte ver las virtudes del negro, ese maravilloso color que, por algún extraño motivo, tú no llegas a percibir. Y así, difícilmente el diálogo de besugos que se ha generado se puede denominar comunicación.
Así que yo me pregunto: ¿es posible comunicarse cuando las percepciones son tan distintas? ¿Hay algo que podamos hacer para entendernos con el otro? ¿Hay la más mínima posibilidad de conseguir que el otro nos entienda? Ya ni siquiera pretendo que esté de acuerdo, sólo que al menos pueda escucharnos y entender que es posible que no estemos compartiendo la misma realidad.