James Stockdale fue el prisionero estadounidense de mayor rango en la guerra de Vietnam. Lo retuvieron durante 8 años y lo torturaron repetidamente. Sin embargo, sobrevivió.
Mientras estuvo en cautiverio, Stockdale se dio cuenta de que los prisioneros que menos probabilidades tenían de sobrevivir eran precisamente los que tenían un exceso de optimismo. Estos prisioneros no se paraban de repetir que para Navidades todos estarían en casa. Sin embargo, cuando pasaban unas y otras Navidades y seguían allí, terminaban deprimidos y se rendían. Por el contrario, los prisioneros que mantenían la esperanza pero que, a la vez, eran más realistas y no intentaban evadirse de su situación sino que aceptaban los horrores que estaban viviendo con entereza, fueron los que sobrevivieron.
Un optimismo ingenuo y alejado de la realidad acaba provocando una montaña rusa a nivel emocional con continuos altos y bajos, basada en la confianza y desilusión continua, lo que provoca un gran desgaste emocional. No es lo mismo tener confianza que desarrollar un optimismo que dé la espalda a la realidad.
La diferencia entre uno y otro no es cuestión de matiz, ya que mientras que la esperanza implica tener fe en que vamos a obtener resultados positivos, el optimismo ingenuo implica contar con ellos, darlos por hecho.
Realmente cuando desarrollamos un optimismo ingenuo lo que hacemos es anteponer nuestros deseos de que ocurra algo por encima de las probabilidades reales de que suceda.
Este tipo de optimismo provoca que ante las adversidades, contratiempos y problemas, que tarde o temprano surgen cuando acometemos cualquier tipo de proyecto profesional o personal, no contemos con un plan B, ya que no se contemplan otras opciones que no sean conseguir los resultados esperados.
Otro hecho que es consecuencia y causa relacionada con el optimismo ingenuo es que nos lleva a centrarnos exclusivamente en las cosas que queremos ver, lo que hará que pasemos por alto señales de alarma al no prestar atención a determinados indicadores o datos que van en contra de lo que deseamos y esperamos que ocurra, por tanto, no hacemos una valoración objetiva de la realidad, y como consecuencia perdemos la posibilidad de adaptación. En la vida en general es fundamental mantenerse atento a los cambios de dirección para poder corregir el rumbo.
La cuestión, como en todo en la vida, no está en dejar el optimismo de lado sino en intentar promover el equilibrio entre ver el vaso lleno y verlo vacío.
La cosa no es negarnos a la adversidad, sino buscar las causas y aprender de los errores para no volver a cometerlos. El optimismo beneficioso es aquel que nos permite seguir adelante, a pesar de las cosas negativas pero siendo conscientes de ellas.