"Sean cuales sean las palabras que usamos, deberían ser usadas con cuidado porque la gente que las escucha será influenciada para bien o para mal. Buda.
En una ocasión, un periodista abordó a Albert Einstein con una de esas preguntas que había escuchado cientos de veces.
El científico estaba muy habituado a recibir alabanzas y preguntas sobre su trabajo de gente que en realidad no le entendía ni una palabra, pero ese día decidió hacer uso de su conocido sentido del humor, dando lugar al siguiente diálogo:
- Señor Einstein, ¿podría usted explicarme la Teoría de la Relatividad?
- Por supuesto que puedo. Pero antes... ¿puedo hacerle yo a usted una pregunta?
- Claro que sí, señor - exclamó extrañado el periodista.
- ¿Sería usted capaz de explicarme qué es un huevo frito?
- Claro que puedo - afirmó con seguridad y mucho más tranquilo ya que esperaba una pregunta más complicada.
- ¡Estupendo! Explíquemelo entonces, pero debe hacerlo imaginando que yo no he visto nunca ni tengo ni idea de lo que es un huevo, una gallina, la sal, el aceite y una sartén.
Es fácil imaginar que el silencio fue la única respuesta que obtuvo Einstein.
Esta historia, Leyenda urbana o no, nos sirve en cualquier caso pasa verificar una vez más que en la comunicación, la obviedad no es tal. A priori, tendría que dar una seria pensada, si Einstein me planteara este ejercicio.
En general, cuando comunicamos, damos por sentando que nuestro interlocutor sabe lo que es "un huevo", "una gallina" "la sal" etc., y craso error, ya que de ahí parten un gran número de errores y malentendidos.
En comunicación, "No dar nada por supuesto" es la clave del éxito. Cuando partimos de supuestos, estamos proporcionando información ya sesgada, con lo cual la malinterpretación está ya servida.
Tener en cuenta las características propias de nuestro interlocutor es también otra de las claves en comunicación, a veces, estamos más interesados en oírnos a nosotros mismos que en comunicar de forma que el otro entienda y comprenda. Para compensar conviene tener presente la Ley de la velocidad del convoy, que dice: "La capacidad o potencia máxima de una organización es la del último o menos eficiente de sus componentes", que, trasladado a la comunicación, viene a decir, que cuando hablamos debemos adecuar nuestro nivel de discurso al nivel menor de comprensión de nuestros oyentes. Vamos, que la tabula rasa hay que hacerla por abajo, no por arriba.
Tampoco olvidemos la tendencia a la sobreestimación de nuestras habilidades comunicadoras, todos solemos creernos grandes comunicadores, y tendemos a ver la paja en el ojo ajeno, más que el árbol en el propio. Un poco de humildad y autocrítica, suele ayudar.
Y aunque todo esto puedan resultar obviedades a estas alturas de la película, el caso es que una y mil veces nos encontramos resolviendo problemas o planteando intervenciones en problemas de comunicación y relaciones que tienen sus bases en presunciones y errores de interpretación.
Así que, como ejercicio práctico, retomo la pregunta: ¿Puede usted explicarme qué es un huevo frito?