La palabra expectativa deriva del latín y su significado es: esperar, aguardar, desear.
Cuando oímos: "Tengo muchas expectativas puestas en esto", aunque a priori es una buena señal, síntoma de confianza y esperanza de éxito, al mismo tiempo pueden también suponer un cierto peligro. Me explico, las expectativas son construcciones anticipadas, que si bien a veces se basan en análisis más o menos objetivos de la realidad, en otros casos, no son más que elaboraciones basadas en deseos, y esto si es peligroso, ya que cada cual tiene el derecho de desear lo que quiera, lo que ya no tiene derecho es a exigir que el otro de respuesta a ese deseo, y mucho menos a cuestionar al otro porque no ha alcanzado el estándar anticipadamente establecido.
Hay un gran porcentaje de situaciones que a la larga resultan problemáticas por expectativas mal gestionadas o no cumplidas. Yo esperaba, yo imaginaba, lo que yo había pensado...
Hay multitud de proyectos y relaciones que fracasan por el único motivo de una expectativa no cumplida. Si bien es cierto también, que las expectativas tienen una connotación positiva cuando se vinculan a creencias de logro, y van relacionadas con acciones acordes a dicha creencia. El efecto Pigmalión se sitúa en esta línea y muchos experimentos en psicología evidencian este postulado.
En este post, no me estoy refiriendo a ese tipo de expectativas, sino a esas otras que acaban generando decepción y frustración.
Con estas expectativas sucede que resulta difícil a veces establecer la línea que separa nuestra propia construcción de lo que la realidad puede ofrecer. Y aunque cuando enfrentamos una situación, siempre hay un filtro personal en ello, es importante diferenciar lo que es un deseo personal de que algo ocurra, de la probabilidad y posibilidad de que así sea.
Tener expectativas no es algo negativo en sí mismo, puede tener hasta un valor incluso positivo, el problema radica en la construcción irreal, obviando información o siendo selectivos a la hora de su valoración. Las expectativas incumplidas suelen estar en la base de los sentimientos de decepción y frustración. Sentimientos que se generan no por los hechos en sí mismos, sino simplemente porque esperábamos algo distinto.
Ajustar y aclarar expectativas ante cualquier evento es fundamental para todos los actores implicados.
Para evitar males mayores, cuando alguien dice, "tengo muchas expectativas puestas en esto...", lo primero que debemos hacer es averiguar cuál es la fotografía que tiene en su cabeza, y sabiendo el alto grado de subjetividad con el que nos desenvolvemos en nuestro día a día, tratar de ajustarla lo máximo posible a lo que la realidad va a permitir. No se trata de renunciar a esperar lo máximo posible, no sólo es legítimo sino hasta estimulador, la cuestión es ajustar la expectativa a su posibilidad de ocurrencia, poniendo lo máximo de nuestra parte para alcanzar los logros más elevados, pero actuando para evitar la frustración y decepción cuando el logro no se alcanza por un desajuste de partida.