"Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida" Arthur Schnitzler
A la pregunta: "¿qué es una pérdida de tiempo?", la verdad es que sólo uno mismo puede responder, cualquier cosa puede ser una pérdida de tiempo o lo contrario.
Perder el tiempo significa, simplemente, hacer algo que es menos importante que otra cosa que se pudiera hacer en su lugar. La importancia está siempre determinada en función de los objetivos. Lo que para uno es pérdida de tiempo, para otro puede ser el tiempo mejor aprovechado. Hacer un trabajo poco útil puede ser una pérdida de tiempo. Realizar una tarea distinta de la que nos han solicitado por malentender las instrucciones debida a las prisas, posiblemente es una de las formas más frecuente de perder el tiempo. Y echarse una siesta puede ser muy provechoso si el objetivo es descansar o recuperarse para una actividad posterior, no lo es tanto, si ese es el momento de otra actividad.
Cabe pensar que perder el tiempo es simplemente hacer algo de lo que luego nos arrepentimos. El éxito puede venir por el modo en que administra el tiempo, porque lo que acaba contando al final no es lo mucho o poco que se ha trabajado en una determinada actividad, sino el resultado terminado, son los resultados lo importante y, no el tiempo que se ha utilizado para alcanzarlo, todo se relativiza y hasta se justifica en función del resultado final.
La eficacia sólo se puede alcanzar mediante una correcta administración del tiempo del que se dispone. La mayoría de nosotros solemos perder varias horas al día, obviamente no se trata de una pérdida voluntaria. La mayor parte de esta pérdida de tiempo es, por supuesto involuntaria y en muchos casos inconsciente. Sólo al revisar cuidadosamente lo hecho podemos percibir la inadecuación o la falta de rentabilidad del modo en que hemos empleado el tiempo. Hemos perdido parte de nuestro tiempo a causa de hábitos que quizás resultan inadecuados, de actividades desarrolladas con una perfección innecesaria, o que ni siquiera hubiera resultado necesario realizar. Hemos empleado mal nuestro tiempo porque hemos olvidado nuestros objetivos, nuestras prioridades, porque no hemos planificado o porque no hemos respetado las previsiones establecidas.
Vivimos en una cultura de la productividad que nos empuja y nos dice que tenemos que hacerlo todo de inmediato y que debemos sentirnos terriblemente culpables por el tiempo «perdido». En este punto y para minimizar el sentimiento de culpabilidad por la perdida de tiempo, muchos genios sabían que perderlo es también un hábito necesario, ya que en esos momentos se activa en el cerebro la red neuronal por defecto que es, precisamente, la que se pone en marcha para producir las ideas más originales y creativas.
No es fácil hacer una valoración exterior de lo que debe o no hacer una persona, esta tarea es exclusivamente cuestión de interpretación del dueño de ese tiempo. La reacción habitual ante esta sensación de necesidad de tiempo es, trabajar más horas o trabajar más deprisa. Una y otra solución suelen ser desacertadas, porque llevan consigo de modo inevitable el error por un lado y del estrés por otro. La falta de eficacia no puede ser compensada con la eficiencia por grande que sea ésta, ya que no hay nada más inútil que hacer eficientemente algo que no tienen ningún valor y que no contribuya en nada. Ser eficiente es hacer las cosas correctamente. Ser eficaz es hacer las cosas correctas.
El problema no está tanto, que también, en que perdamos o no el tiempo, sino en el valor que le damos a este hecho y a la posibilidad derivada del mismo, como generadora de sentimientos de frustración, ansiedad, estrés, conflictos, etc.
El tiempo es perfectamente equitativo, es el único recurso repartido de modo absolutamente igual para todos: cada persona recibe exactamente las mismas 24 horas en cada jornada, los mismos 7 días de la semana y los mismos 365 días del año, lo que cada uno hacer con ello, como lo vive y las consecuencias que tiene, ya entran en lo particular de cada uno.