¿A quién no le gusta que le digan que todo lo hace bien, que es bueno en su trabajo, que es inteligente, eficaz, creativo, etc.?
El halago no gusta a todo el mundo y hay personas que pueden sentirse incómodas aceptándolo por motivos varios. Hay quien piensa que tras las alabanzas hay un motivo oculto, un interés... Otros se sienten avergonzados y/o no tienen la capacidad para responder ante una alabanza porque responder correctamente también requiere de habilidades.
Del mismo modo, recibir una crítica supone poner en marcha unas habilidades que nos permitan responder correctamente a ella. Más allá del sentimiento que nos produce, el malestar que nos proporciona, puede ser una herramienta única de crecimiento si tenemos la capacidad de escucharla, ver qué hay de verdad en ella y aprender para mejorar.
Sólo si asumimos que nadie es perfecto, que todos podemos cometer errores, que nos quedan muchas cosas por aprender... estaremos en disposición de recoger las críticas como un elemento de mejora y desarrollo.
Si bien está decirle a una persona que ha hecho algo bien para reforzar ese comportamiento y facilitar que se repita en el futuro, alabar por alabar muchas veces no sólo no es una ayuda, sino que puede bloquear el crecimiento.
Es necesario que pidamos que nos refuercen y reforcemos más a los demás, pero debemos, también, cambiar nuestra actitud hacia las críticas y recibirlas como una herramienta de mejora.
Una historia para ilustrarlo...
Cierto rabino era adorado por su comunidad, todos se quedaban encantados con lo que decía.
Menos Isaac, que no perdía oportunidad de contradecir las interpretaciones del rabino, señalar los fallos en sus enseñanzas. A los demás les indignaba esta actitud, pero no podían hacer nada.
Un día Isaac se murió. Durante el entierro, la comunidad notó que el rabino estaba profundamente triste.
¿Por qué tanta tristeza? - comentó alguien. - ¡Él vivía señalando defectos en todo lo que usted decía!
- No me lamento por mi amigo que hoy está en el cielo - respondió el rabino. - Me lamento por mí mismo. Mientras que todos me reverenciaban, él me desafiaba y yo estaba obligado a mejorar. Ahora que ya se fue, tengo miedo de parar de crecer.