Hace unos días leía una frase que con humor reflejaba una gran verdad. "Si quieres saber como huele la sopa, no metas la cabeza en ella".
En este tipo de frases que pueden escribirse en piedra, cada uno tenemos nuestra propia lectura construida desde nuestra experiencia vital. Pero en un sentido amplio y profundo del tema, lo que viene a decir es que, si quieres conocer "algo", y este algo vale para casi todo, debes tomar distancia, convertirte en un observador. Esta actitud de observación nos lleva a la claridad y nos acerca a la comprensión, porque sobre todo, nos aleja de la confusión mental y emocional que sentimos cuando estamos inmersos en algo. Hay quien de forma más simple habla de tomar distancia.
Con frecuencia la implicación emocional nos nubla la mente y no somos capaces de ver más allá de una maraña de pensamientos que no hacen más que aumentar la confusión mental.
El agua turbia solo se aclara cuando la dejamos reposar, entonces es posible que lleguemos a ver el fondo, pero si no dejamos de remover es difícil que consiga aclararse.
El problema es que adoptar una actitud o cierta actitud de observador, requiere de tiempo, que es precisamente lo que falta en un mundo que apremia la respuesta inmediata.
Cuando no somos parte de ese "algo", cuando somos observadores externos, vemos con más claridad, somo más capaces de reconocer, de comprender y de escuchar. Básicamente porque en ese momento tenemos la "cabeza fuera de la sopa" y ello nos permite esa claridad que perdemos cuando nos convertimos en actores principales, ya que apremia la rapidez, la respuesta perfecta y la exigencia. Cuando se trata de uno mismo, con frecuencia entramos en una especie de visión de túnel, con lo que perdemos claramente la visión, en el sentido más amplio de visión.
Nuestra mente es un arma de doble filo, por un lado, nos permite planificar, resolver problemas, crear metas, etc. y por otro, también puede generar una gran tormenta con pensamientos dolorosos e inútiles, autocrítica, preocupaciones. Para muchos de nosotros, esa voz interior puede convertirse en nuestro peor enemigo, aplastando nuestra autoestima o llevándonos a sentirnos constantemente estresados, negativos o ansiosos. Tal vez ese sea el punto de "sacar la cabeza de la sopa".