Mientras perseguimos lo inalcanzable hacemos imposible lo realizable.
Problemas, problemas y más problemas... Vivimos en un momento donde miremos hacia dónde miremos encontramos a personas desbordadas por problemas, cuando no, a nosotros mismos. A veces, visto en la distancia, da la sensación que lo que tememos es el hecho de tener problemas y no el problema en sí mismo. Es más una cuestión de actitud, que de estrategias. La mayoría de personas no saben convivir en absoluto con los conflictos, y les generan tanta ansiedad que su única preocupación en encontrar soluciones.
Sin embargo, los conflictos y problemas forman parte de desarrollo humano, y constituyen una muy buena fuente de aprendizaje en muchas ocasiones.
Vivimos en un momento en el que se busca a toda costa vivir en una especie de balsa de aceite, sin perturbación alguna, sin pensar que eso es algo antinatural para el ser humano.
Pasamos gran parte de la vida añorando que las situaciones difíciles pasen y ya no vuelvan, sin pensar que si esto fuese así nuestra capacidad de aprendizaje, cambio y desarrollo estaría totalmente limitada.
Este mismo fin de semana, escuchaba la noticia de que uno de los problemas que encuentra los profesores en las aulas es que los jóvenes no saben convivir con el conflicto y la frustación. Esto, si es un gran problema, ya que uno y otro forman parte inevitable de la vida y el desarrollo como personas.
Vivimos en una cultura al hedonismo, a la satisfacción de toda necesidad e inquietud y a la consecuente evitación de cualquier mal estar. Sin embargo, esto es un gran engaño. Basta con preguntarse cuándo el ser humano en general, o nosotros mismos en particular, hemos sido más creativos, ingeniosos, hemos realizado los aprendizajes y hasta descubrimientos más significativos.
La cuestión no sería ¿qué debemos hacer para no tener problemas o tener los mínimos posibles?, sino, ¿qué puedo hacer para convertir esta situación en una fuente de aprendizaje y mejora?.
Desde esta perspectiva los problemas dejarán de convertirse en una fuente permanente de ansiedad y frustración, y pueden llegar a ser estímulos motivadores hacia el desarrollo, el cambio, la mejora, el aprendizaje, la creatividad, etc. Debemos aprender a convivir con la incertidumbre, el conflicto, la ambigüedad, etc, como una experiencia más en la vida, que pueden llegar a aportar aspectos muy positivos, si conseguimos enfocarlos del modo adecuado.