La historia que voy a contar seguramente podría haberos ocurrido a cualquiera de vosotros que leeis el blog.
Comenzé mis vacaciones, con el firme propósito de no mirar una pantalla en los próximos quince días. Creo que mi cerebro, ojos y hasta mis dedos necesitanban un breve período de descanso o desintoxicación, como lo queráis ver.
Pero, ¡oh, cielos! al segundo día de relax, caigo en la cuenta de que en las últimas semanas, en el afán de dejar cerrados, atados y bien atados todos los asuntos que tenía a mi cargo, he olvidado una tarea ineludible, que bien podría ser escribir este post.
En ese momento mi empeño por cumplir choca con el hecho de estar en un lugar prácticamente incomunicado y sin casi acceso a la tecnología. Esta vez mi búsqueda del descanso me ha jugado una mala pasada.
Posibilidades: escribo mi tarea y lo ato a la pata de una paloma mensajera, o bien lo meto en una botella y la tiro al mar, cruzando los dedos para que llegue a buen puerto.
En el último instante caigo en La cuenta que desde mi teléfono puedo consultar unos datos y enviar un email. ¡Estoy salvado! Eso sí, me he saltado mi firme próposito de "despantallizarme". Pero bueno, al fin y al cabo he cumplido con mi compromiso.
¡Qué fina es la línea entre ser esclavos de la tecnología o servirse bien de ella!