Tanto criticarnos por esta costumbre y ahora, que somos lo que menos la practicamos, resulta que es muy beneficiosa. ¡Y nos la estamos perdiendo!
Se acabó el verano y con él uno de los hábitos que, supuestamente, más se asocia con los españoles: la siesta.
En el tema de la siesta, como ocurre con todo, hay gustos de lo más variados: desde los que la evitan a toda costa porque dicen que "luego se levantan peor", a los que no la perdonan, sea en la circunstancia que sea.
Lo cierto es que, independientemente de gustos, los estudios han demostrado que la siesta conlleva grandes beneficios para el organismo:
Eso sí, para que resulte beneficiosa es necesario que tenga una duración limitada: entre 10 y 30 minutos, según los expertos. Las siestas de "pijama y orinal", por el contrario, provocan alteraciones en los ciclos del sueño, con los problemas que ello conlleva (ver el post "A rastras con el cambio horario")
Si sobrepasamos los 30 minutos entramos en el sueño profundo y, entonces, será más difícil espabilarnos. Nos levantaremos cansados e irritables.
Un truco curioso: tomar un café justo antes de echar la siesta porque la cafeína no empieza a surtir efecto hasta pasados los 10-20 minutos. Será como un despertador interno.
Lo que sucede con la siesta es que la globalización y la modernización han provocado que esta costumbre haya ido desapareciendo poco a poco de nuestro país. De hecho, otros países europeos echan más siesta que nosotros. Una pena a juzgar por los beneficios que nos reportaría.
Tanto es así, que algunas empresas españolas y extranjeras han desarrollado iniciativas para favorecer esta costumbre al mismo nivel que otros beneficios como guarderías, gimnasios, etc. De este modo, empresas como Google instalaron cabinas especiales para descansar y en Japón (el súmmum de la productividad) hace tiempo que muchas organizaciones disponen de salas preparadas para sestear.
Estas iniciativas serían especialmente relevantes en los casos de trabajadores con turnos partidos y que disponen de dos horas para comer. Si viven lejos de su centro de trabajo y no tienen la oportunidad de comer en casa, es posible que en una hora hayan terminado su almuerzo. Disponer de un lugar en el que poder "echar una cabezadita" de 20 minutos supondría una ventaja para empleado y organización.
Algunos tendrían que vencer la vergüenza que les genera dormir en público, pero a todo se acostumbra uno. Si no nos importa contar nuestra vida privada por teléfono mientras estamos en la caja de un supermercado, por ejemplo, ¿por qué no acostumbrarnos a echarnos una siestecilla en la sala de descanso de nuestra empresa para volver con la mente fresca a trabajar?