Para encontrar gusto a la vida, no hay como morirse. (Jardiel Poncela)
La reciente muerte de Steve Jobs ha traído consigo un aluvión de elogios hacia su figura como genio creativo y empresarial. Pero más allá de esto, mucha de la admiración que despertaba lo hacía desde su perspectiva más personal.
En su famoso discurso pronunciado en la Universidad de Stanford (ese mismo que premonitoriamente publicó Nuria Fernández en su post Steve Jobs. Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados) impulsaba la siguiente idea: "vive cada día como si fuera el último".
De hecho, él mismo, cuando supo que le queda poco tiempo de vida dejó su puesto en Apple y eligió muy cuidadosamente cómo y con quién pasar sus últimos días.
Esto me ha recordado a otro hombre excepcional que pasó por la misma situación. Randy Pausch, profesor de ingeniería informática en la Universidad de Carnegie Mellon, fue diagnosticado igualmente de un cáncer de páncreas. Este cáncer terminal sólo le daba unos meses de vida cuando se le propuso llevar a cabo una conferencia. En ese momento se le presentó el dilema de cómo pasar sus últimos días: ¿preparando una conferencia o disfrutando de su familia?
Su decisión fue realizar una conferencia que permitiera a sus hijos (aún pequeños por aquel entonces) conocerle mejor y al resto del mundo entender la importancia de los sueños de la infancia.
Su conferencia (de la que posteriormente se publicó un libro, "La última lección") titulada: "Alcanzar realmente tus sueños de la infancia", demuestra una valentía y positividad impresionante. Tanto que podría casi considerarse que está negando la realidad si no fuera porque las decisiones que tomó en ese momento demostraban que sí sabía a lo que se enfrentaba.
En su charla habla de lo feliz que se siente por haber sido capaz de conseguir todos los sueños que tenía de pequeño y cómo podemos ayudar a los demás a alcanzar los suyos.
Está claro que la forma de enfrentarse a la noticia de la cercanía del final de nuestra existencia depende mucho de una persona a otra. De hecho, hay quien preferiría no saber que le queda poco tiempo porque la angustia le superaría. Otros, sin embargo, querrían disponer de esta información para poder "cerrar sus asuntos" o hacer aquello que no han tenido oportunidad de realizar.
Y es que son muchas las personas y filosofías que invitan a vivir cada día como si fuera el último.
La realidad de que la muerte siempre gana hace que muchos se planteen la importancia de tener este aviso siempre en mente como forma de ver claras cuáles deben ser nuestras prioridades. De hecho, aquellas personas que, por el motivo que sea, se han visto cerca la muerte, suelen dar un giro radical a sus vidas. Estas experiencias nos permiten dar un nuevo sentido a todo.
Sin irnos a extremos radicales (no se trata de dejar el trabajo, vender todos nuestros bienes y embarcarnos en un viaje por el mundo), la filosofía del carpe diem pone en perspectiva la importancia de las cosas. Si supiera que voy a morir en unos días: ¿me preocuparía por haber ganado unos kilos?, ¿me enfadaría porque alguien se ha colado en el supermercado?, ¿estaría frustrado por no haber conseguido un ascenso?, ¿discutiría con mi pareja por haberse dejado el tubo de pasta de dientes abierto?...
Porque, aunque parezca increíble, la perspectiva de la muerte puede servirnos para vivir más intensamente, disfrutar de lo importante, dejar en un segundo plano las nimiedades y enfrentarnos con más valor a lo que realmente importa.
Así que la gran pregunta es: "Si supieras que hoy es tu último día de vida, ¿qué harías? ¿Estarías haciendo lo que estás haciendo ahora? ¿Seguirías preocupado/a por las mismas cosas? ¿Te relacionarías igual con los que te rodean? ¿Seguirías teniendo los mismos miedos?".