Albert Ellis, psicólogo afirma que "mientras que la persona menos perturbada desea firmemente lo que quiere y lo siente de forma apropiada y se molesta si sus deseos no quedan satisfechos, la persona más perturbada exige, insiste, impera u ordena dogmáticamente que sus deseos se satisfagan y se pone exageradamente angustiada, deprimida u hostil cuando no quedan satisfechos".
La tolerancia a la frustración es una de las habilidades fundamentales que el ser humano debe incorporar en su mochila de recursos personales. Sin ella, está abocado a la decepción, la angustia, el fracaso, la tristeza, la depresión, la ansiedad, y un largo etc. de estados emocionales negativos.
La frustración es un estado emocional que se produce como consecuencia de no alcanzar o lograr lo que uno desea. También se genera frustración cuando los demás no hacen, o se comportan, como esperábamos.
Entre los desencadenantes fundamentales de la frustración, están las propias expectativas de cómo deben ser las cosas, nuestros propios pensamientos e ideas de como deben comportarse los demás, cómo deben suceder los acontecimientos y lo justo o injusto de los problemas que nos suceden. Es la poca o baja capacidad de gestionar estas expectativas defraudadas, lo que genera la frustración.
Existen estilos personales más propicios a experimentar frustración, y con ella los cuadros antes indicados. Los estilos más rígidos, a los que les cuesta asumir las contrariedades, que tienen dificultades para readaptarse ante las situaciones, que se sienten sólo cómodos y seguros en entornos por ellos manejados y controlados, son más proclives a sentir frustración cuando los acontecimientos o las personas no reproducen los patrones trazados en su cabeza.
Nuestros padres tenían más tolerancia a la frustración que nosotros, nuestros abuelos más que nuestros padres, y nosotros más que nuestros hijos. La frustración está muy relacionada con la carencia. Cuantas más carencias se hayan pasado, mas ejercitada estará la tolerancia a la frustración, más habremos aprendido a resolver cuando las piezas del puzzle se descolocan y hay que empezar de nuevo, y menores por tanto serán sus consecuencias.
Vivimos en una sociedad en la que de manera constante estamos recibiendo mensajes de "consiga todo aquello que desee", "no se quede con las ganas de nada", que nos sitúan ante las puertas de la insatisfacción y frustración permanente.
Es posible que en alguna ocasión hayamos presenciado, lo cual, no es nada infrecuente, la pérdida de control de alguna persona por no conseguir lo que deseaba. Ese comportamiento desproporcionado es a lo que se llama poco tolerancia a la frustración, a mayor explosividad obviamente menor tolerancia.
La tolerancia por el contrario sería la habilidad de hacer frente a los problemas y contrariedades sin que esto nos provoque ira, enfado, agresividad, tristeza, etc, sino simplemente contrariedad. Desde la contrariedad se puede adoptar una actitud constructiva, desde la frustración no, ya que estamos demasiado concentrados en el agravio, el enfado, la lamentación y hasta la ira, por no haber logrado lo deseado.
La frustración se relaciona con la impulsividad, o sea, el bajo control de impulsos. Hay muchas personas que cuando desean algo deben hacer todo lo posible y a la mayor brevedad para conseguirlo, ya que no son capaces de gestionar ese impulso de deseo, no son capaces de tolerar esa insatisfacción y harán lo que sea para conseguir aquello que anhelan o quieren.
Las personas que no son capaces de soportar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de sus deseos y no toleran ningún sentimiento o circunstancia desagradable, generan también, con sus comportamientos, estrés, desconcierto e insatisfacción en los que les rodean.
Las personas con baja tolerancia a la frustración poseen una especie de radar hacia todo lo negativo, magnificándolo.
Para las personas que son capaces de vivir con sus frustraciones, o lo que es lo mismo, tiene alta tolerancia a la frustración, la vida es más agradable, más fácil y con menos estrés, son capaces de convertir los problemas en nuevas oportunidades, tienen más probabilidades de resolverlos porque no reaccionan ante ellos con tanta intensidad, ni intentan escapar para no sentirlos, aceptan con más facilidad el dolor, el sufrimiento, la incomodidad, el fracaso, etc, y no dejan que estas cosas les perturben al punto de convertir sus vidas en una huída, lamento o enfado continuo.