Admiro a las personas que saben dibujar. Incluso las envidio. Me encantaría poder dibujar. Dibujar bien, me refiero. Me gustaría poder representar una idea, una escena mediante una ilustración o siquiera copiar un paisaje. Como soy partidario de que todo en la vida se puede aprender si encuentras el cómo, un día me lancé a intentarlo.
Entonces encontré un libro muy curioso. El título es "Aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro" de BETTY EDWARDS. Lo que me llamó la atención es lo siguiente. El autor parte de la hipótesis de que podemos dibujar casi cualquier cosa. Somos capaces de reproducir lo que el ojo ve. Después entra en juego el pulso o el acierto con el trazo, pero en principio podemos reproducir lo que ve el ojo. Sin embargo, cuando te pones a dibujar, y me refiero a aquellas personas que no tenemos la habilidad innata, nos parede casi imposible. Y el error no está en el trazo. No es un problema de no saber hacer una circunferencia a mano alzada.
El problema, básicamente radica en que si tengo que dibujar una manzana que está en primer plano y una casa que está en segundo plano, nuestro cerebro se resiste a pintar la casa más pequeña que la manzana. Es más, se resiste a no pintar partes de la casa que aun no viéndolas el ojo, sabemos que están.
¿Qué ocurre entonces? Lo que sucede es que, a pesar de que nuestro ojo percibe correctamente las dimensiones, antes de pasar a nuestra mano, es filtrado por nuestro cerebro que reconoce la forma, el objeto y sustituye lo que el ojo "ve" por el concepto que tenemos en nuestro cerebro y entonces intentamos pintar el concepto y no lo que el ojo nos muestra que es un conjunto de líneas y sombras.
¿Qué propone el libro? Hace un ejercicio muy impactante, fácil de reproducir y que recomiendo a todos. Selecciona una imagen con cierto grado de complejidad. A continuación la divide en cuadrados pequeños. Seguidamente te indica que des la vuelta a la imagen y tapes todos los cuadrados, excepto el que vas a pintar. En ese momento, cuando vas a fijarte en el cuadrado visible para dibujarlo, no sabes lo que es, no lo reconoces. No sabes si es una nariz, la boca, una mano, una parte de la cara. Lo único que puedes percibir es un conjunto de líneas y espacios más o menos rellenos que son las sombras. Comienzas a dibujar un cuadrado, luego un segundo, el siguiente, y así hasta terminar. Mientras vas dibujando sigues sin saber qué estás haciendo porque tienes tapado el resto.
Finalmente, cuando terminas, aparece milagrosamente una copia casi exacta de la imagen que has copiado. Sin saber cómo has dibujado algo que jamás antes hubieras sido capaz.
¿Qué ha sucedido? Que has dibujado lo que has visto y no el concepto de lo que has visto. Recomiendo la lectura del libro independientemente de querer dibujar o no porque me lleva a otra reflexión.
¿Qué pasaría si pudiéramos ver los problemas o situaciones a las que nos enfrentamos día a día con un sistema parecido? Imaginaros poder afrontar una situación fijándonos solamente en lo que el ojo nos dice, viéndolo como un conjunto de trazos que nos permita ir componiendo el cuadro sin la intervención de un filtro emocional, sin el filtro de los prejuicios, sin el filtro de todos los condicionantes que hace que ante una situación concreta obres de una manera absolutamente desproporcionada, sin perspectiva, que dibujes la casa más grande que la manzada aunque en tu visión, la manzana tape a la casa
Vamos a intentarlo. Tomemos un problema o una situación a la que debamos dar una solución. Dividámosla en cuadros, démosle la vuelta y tapemos todos los cuadros para ir abriendo uno por uno, sin reconocer cada cuadro, solamente tratándolo de una manera objetiva. ¿Qué resultado final podríamos tener?