El ¡no me lo puedo creer! surge de la perplejidad, asombro, desconcierto, etc. ante situaciones que rompen nuestros esquemas.
Estoy convencida de que quien más y quien menos habremos pronunciado en nuestra vida esta frase en unas cuantas ocasiones.
Es una frase que manifiesta la incredulidad más absoluta, la perplejidad, el asombro, el desconcierto, estupor, el pasmo y hasta el "alucine".
Normalmente la pronunciamos cuando ocurre algo que no sospechábamos, que se contrapone con nuestras ideas, pensamientos, esquemas y hasta valores y principios.
¡No me puedo creer! que te respondiera de ese modo.
Te trató así, ¡No me lo puedo creer!
De verdad, que te dijo eso, ¡No me lo puedo creer !
Se quedó con tu trabajo, y se llevó todos los méritos ¡No me lo puedo creer!
Eso...! es lo que van a hacer ¡no me lo puedo creer!
Te dejó así, sin más, ¡no me lo puedo creer!
¡No me puedo creer! que nadie sepa nada
Cuando estamos en momento ¡no me lo puedo creer!, estamos cómo en una especie de shock, por lo inesperado de lo acontecido. De alguna forma se produce una ruptura con el histórico y de repente hay un giro de los acontecimientos o de los comportamientos de las personas.
El ¡no me lo puedo creer! más impactante es el que afecta a comportamientos de otros que no esperábamos en absoluto. Cuando alguien hace o dice algo que se contrapone a su forma habitual de hacer o decir.
También hay ¡no me lo puedo creer! ante acontecimientos inesperados, decisiones repentinas, sucesos y hechos que escapan a nuestra razón y sentido común.
Un ¡no me lo puedo creer! primero pasa por el shock, luego viene una especie de resaca, en la que intentamos comprender y explicar, y finalmente se produce la integración de lo ocurrido cuando conseguimos relativizarlo o integrarlo con nuestra propia realidad.
Un ¡no me lo puedo creer! normalmente nos deja desencajados, desconcertados, desilusionados.
Ante un ¡no me lo puedo creer! sólo cabe aceptar la situación, hecho, acontecimiento para no quedarnos atascados y con el rumbo perdido.
Un ¡no me lo puedo creer! a veces son hechos vitales que nos sacuden fuertemente, otras, son acontecimientos no tan importantes, pero todos con el común denominador del desorden, tambaleando lo ya establecido.
Hay personas cuyos comportamientos son tan impredecibles que de forma bastante habitual nos sorprenden y nos sitúan en ¡no me lo puedo creer!. Obviamente cualquier relación en estos parámetros está fuertemente alterada.
Aunque todos pasamos por momentos así, estos, deben ser en número, la excepción que confirme la regla, permitiéndonos así la reconstrucción de los esquemas rotos.
Es importante también obtener enseñanzas de este tipo de momentos, ya que es posible que muchos se produzcan por no haber sabido leer las claves del comportamiento del otro, o por omitir datos o informaciones vitales.
Cuando pasamos por un momento así, en esa misma experiencia minimizamos la posibilidad de volver a pasar, ya que ese momento forma ya parte del histórico y a partir de ahí hay menos posibilidades de que nuevos hechos nos pillen con el pie cambiado.
Lo importante ante un ¡no me lo puedo creer! es no quedarse enganchado en la perplejidad y el desconcierto. Hay que intentar diagnosticar qué hemos pasado por alto, si fuera el caso, y si no, enfocar los esfuerzos y energías a futuro, para que la sorpresa y el impacto sea menor la vez siguiente.
No hay que luchar contra corriente, evitar los ¡no me lo puedo creer! es imposible, aún cuando pensemos que tenemos todo controlado, hay muchos ¡no me los puedo creer! por venir.
La estrategia no está en evitarlos, sino en saber afrontarlos.