Según el diccionario de la Real Academia Española , el miedo es la "perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario".
Ya hemos hablado anteriormente en otros post del miedo. Hemos hablado de qué es, de para qué sirve, de cómo nos impacta, de sus consecuencias, etc, no obstante, continuamos en su análisis, por la gran esclavitud que para muchas personas supone vivir con miedo
El miedo, es tal vez una de las emociones más lesivas y paralizantes que podemos experimentar. Vivir con miedo, realmente es no vivir, ya que percibimos todo bajo una sombra que lo oscurece.
El miedo puede desencadenarse ante algo real que supone una amenaza cierta, o puede aparecer ante situaciones que están en nuestra mente, en nuestro pensamiento.
Hay multitud de miedos, quizá tantos como seres humanos, ya que aunque muchos son comunes, cada uno de nosotros hacemos una atribución diferente y le asignamos un significado.
El miedo bloquea el cuerpo y la mente, no nos deja avanzar, nos perpetúa en la angustia y la preocupación continua.
Hay miedos ante peligros reales, bien identificados y diagnosticados, pero hay miedos que surgen de nuestra mente, de nuestras propias proyecciones, de nuestras inseguridades.
Hay muchas personas que viven con miedo, también hay muchas que no lo sienten en absoluto, y eso no hace su vida mejor. Ya sabemos que los extremos son posiciones peligrosas.
Poner fin al miedo no es sólo un acto de valentía, sino de coraje y fuerza de voluntad, de fe en uno mismo, de confianza y de autoestima.
Para poner fin a muchos miedos que nos acorralan en el día a día, hay que estar dispuesto a perder, a renunciar, a simplificar. Muchos miedos surgen de haber puesto en la parte más alta de nuestra escala de valores y prioridades, cosas que nunca debieron estar ahí: dinero, poder, prestigio, belleza, etc.
No dejo de asombrarme al comprobar cómo seres humanos con un gran valor, viven con miedo continuo por su falta de reconocimiento personal a sí mismo. La falta de autoestima es un abono de cultivo para todo tipo de miedos.
También me preocupa bastante seguir constatando cada día como los sistemas educativos se preocupan poco por formar a personas que sean capaces de vivir sus vidas sin miedo. Miedo a no ser los mejores, miedo a hacer el ridículo, miedo a que rían de uno, miedo a no decir lo correcto, miedo a equivocarse, etc. Todos estos miedos son muy fácilmente instalables en un ser humano cuando no se trabaja bajo el reconocimiento de la posibilidad de ser una persona valiosa, y con grandes cualidades, a pesar de no obtener buenos resultados en: lengua, mates, ciencias.
El miedo nos secuestra, nos impide aprender, crecer, mejorar, dejamos de hacer cosas que nos gustan, o incluso nunca intentamos hacer otras que nos apasionarían, por miedo no nos damos la oportunidad, a veces nos hace llevar una vida que no deseamos.
Los miedos que hoy experimentamos se gestaron hace ya tiempo, fruto de experiencias vividas que generaron un impacto, y que no supimos manejar, fundamentalmente porque nadie nos enseñó. Nos asustamos, avergonzamos, y desde ese momento la huída nos parece la única opción.
EL miedo crece y se alimenta de sí mismo. Cuanto más miedo tengamos hoy, más miedo tendremos mañana.
El miedo lo reconocemos en nuestro lenguaje interior, en todo eso que nos decimos ante las situaciones que nos preocupan, angustian. Vemos como los mensajes que nos hacemos llegar a nosotros mismos están cargados de pólvora que no hace más que incendiar la hoguera.
Afortunadamente no hay ningún punto de no retorno. Lo que hoy temo, mañana, con la ayuda apropiada o el coraje y la convicción personal puede desaparecer.
Lo que está demostrado en psicología, por una gran cantidad de investigación, es que la seguridad y confianza personal, fruto de una sana autoestima, es el mejor antídoto para no desarrollar miedo, o cuando este ya forma parte de nosotros, de poder trabajar en su afrontamiento y eliminación.
Cómo aspecto clave a tener en cuenta, la única manera cierta de superar el miedo cualquiera que sea su naturaleza, es afrontarlo. La evitación conduce de manera creciente a la pérdida de seguridad, de sentimiento de competencia, de eficacia, de angustia, de más miedos, etc