Este sábado por la tarde estuve paseando por El Retiro con mi hija de una año de edad. Nos acercamos a un espectáculo de títeres que había en uno de los paseos. Estaba lleno de niños sentados alrededor del escenario sin quitar ojo a los personajes y los padres detrás sin quitar ojo a los niños. De la misma manera, yo coloqué el carrito con la niña para que pudiera ver el espectáculo y yo me coloqué de espaldas al mismo para poder ver la cara de la niña.
Era la primera vez que ella veía unos títeres y yo era la primera vez que la veía descubriendo lo que eran unos títeres. Me encantaba el espectáculo. Los gestos que ponía, las reacciones que tenía, los sonidos que emitía. Como cualquiera de los padres o familiares que allí estában, vivíamos los títeres a través del reflejo en nuestros hijos.
Y un poco más adelante unos músicos, y un mimo, y el lago, y los pájaros. Y ante cualquier escena, yo de espaldas a ella, mirando lo que provocaba en mi hija. Asombro, alegría, desconfianza, y un sin fín de diferentes reacciones.
Curiosamente, no siempre reaccionaba de la manera que yo esperaba. Lo que pensaba que le podría gustar, parecía no llamarle la atención y sin embargo otras cosas la hacían gritar de alegría. Yo aprendía. Tomaba nota de las reacciones que le provocaban cada cosa y lo aceptaba y asumía. Era así, independientemente de la expectativa que yo tuviera. No había decepción. Simplemente contemplación. Yo observaba sin prejuicios.
Y en un momento pensé, ¿cuándo había yo escuchado a una persona de esta manera? ¿cuándo me había fijado en lo que le importa a una persona con esta empatía? Y no supe responder. Porque cuando asisto a cómo una persona descubre una realidad (aunque sea diferente a un títere, un músico o un pato), siempre estoy mirando en la misma dirección de esa persona, no a esa persona. ¿Cómo darme cuenta entonces de lo que significa para ella, de sus reacciones, de sus emociones? Porque ya llevo predeterminado lo que debe sentir, lo que debe pensar, lo que está bien y lo que está mal. Y si por algún motivo no fuera así, "uhmm...". Decepción por mi parte. No aceptación. Mi criterio es universal.
¿Seré capaz de ponerme de espaldas y mirar a la otra persona para poder ESCUCHAR con mayúsculas lo que la persona siente? Ya sea mi cliente, un compañero, mi jefe, mi colaborador, mi pareja, mi amigo, mi madre o padre. Porque mi experiencia es que cuando lo haces, no existe la decepción por no recibir la reacción que esperas, solamente hay un sentimiento de bienestar por conocer lo que la otra persona siente y aceptación.