A finales del 2012 tuve la oportunidad de asistir a un curso impartido por Nuria Carsi, Licenciada y Master en Enfermería Clínica y Master Especialista Sofrología Caycediana, en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, organizado por la Unidad de Formación Continuada de Enfermería, sobre "Acompañamiento en el proceso de duelo".
Fue impactante el proceso que vivimos las personas que asistimos al curso. Todos llegamos con miedo e inquietud, al fin y al cabo íbamos a tratar el tema de la muerte y el duelo. Lo sorprendente fue que terminamos el curso sonriendo y rescatando del armario nuestra ropa más atrevida y llena de color. Con ganas de vivir.
Aprendimos que la vida es paradójica... sólo mirar el dolor nos permite superarlo. El principal aprendizaje que obtuvimos todos los asistentes fue precisamente que "cerrar los procesos de duelo pasados nos fortalece para afrontar duelos futuros". Llegamos allí pensando que todo el seminario giraría en torno al acompañamiento de los paciente más graves, creíamos que íbamos a hablar del duelo de otros y finalmente más de una y más de uno acabamos llorando por aquel novio que nos dejó inesperadamente con veintipico o por nuestro viejo yo, aquél que abandonamos al dejar atrás nuestra adolescencia y comenzar nuestra vida adulta. Y es que nos pasamos la vida perdiendo, por eso es un aprendizaje tan duro, sobre todo porque nos empeñamos en gestionarlo apegándonos a personas y cosas o en el polo opuesto, fingiendo que no hay dolor, ambas resultan ser estrategias inútiles.
Comprendí lo importante que resulta que en nuestro entorno, familia, pareja, etc., exista permiso para expresar todas las emociones implicadas en un proceso de duelo, incluso las que parecen contradictorias. Mención especial me merece el enfado, pues quizás es la emoción para la que existe más tabú cuando el duelo tiene que ver con la pérdida de un ser querido, sobre todo de forma temprana. ¿Cómo voy a enfadarme con una madre enferma?, ¿o con un hermano que muere en un accidente de coche al quedarse dormido? Resulta loco, sin embargo ahí está... Nuria nos ayudó a comprender que sentimos enfado siempre que otro, de forma voluntaria o no, nos pone en apuros, nos deja en una situación difícil y especialmente si falta a algunas de nuestras expectativas sobre él o ella y aún queremos o necesitamos algo de esa persona. Cuando perdemos a un ser querido las emociones correctas parecen otras, evidentemente tristeza o miedo pero...¿ y el enfado? No se me ocurre una situación más difícil que el abandono, un apuro mayor que aquel en que nos deja un ser querido que se va. Resulta una emoción complicada y difícil de manejar, especialmente para un niño o adolescente que vive una pérdida por muerte o separación en una edad temprana. Su aparato psicológico no está desarrollado, faltan recursos internos para manejar semejante dolor y el enfado es el gran tabú, la emoción prohibida, se mezcla con la tristeza, con el miedo y pierde entidad propia, sin embargo está ahí.
Os animo a que miréis vuestros duelos y que, aunque haya pasado tiempo, os deis permiso para sacar todas las emociones. Por si os es útil os diré que podemos considerar pérdidas relevantes en nuestras vidas todas las que siguen:
Os invito a que toméis una hoja en blanco, y realicéis una lista de vuestras pérdidas, hasta dónde la memoria os alcance y que después os preguntéis si realmente las considerasteis como tal. Qué hicísteis cuando sucedieron y por lo tanto si alguno de esos duelos sigue sin ser mirado.
¡Suerte!