La vuelta al trabajo es inevitable, por tanto ¿de qué nos sirve lamentarnos?, es un proceso que nos desgasta y dificulta la adaptación a las rutinas diarias.
A pesar de la difícil situación econónica que estamos viviviendo, y aunque resulte paradógico con el número de parados a día de hoy, de los que convervan sus empleos, quien más y quien menos, anda un poco apesadumbrado por la vuelta a la rutina laboral.
Normalmente, el cambio del relax, la despreocupación y la libertad por las obligaciones, los horarios, la rutina y el estrés diario, suele resultar bastante costoso al principio.
Obviamente, no todos reaccionamos igual ante la vuelta al trabajo, algunos, simplemente sienten una cierta añoranza ante el fin de las vacaciones, que no dura más de uno o dos días, otros, se sienten simplemente privilegiados por mantener sus trabajos, y hay también, quienes sienten un verdadero mal estar ante esta perspectiva.
En estos casos, es probable que hayamos oído algo acerca del síndrome postvacacional. Aunque este no es una patología propiamente dicha, si existen una serie de síntomas que han dado lugar a esta categorización. Tristeza, angustia, preocupación, mal estar, desgana, ansiedad, pesimismo ante la inminente incorporación, son algunos de sus síntomas.
A pesar de que el paso de las vacaciones a la rutina diaria, puede llevarnos a experimentar algunos de los síntomas anteriores, podemos poner en marcha algunas recomendaciones que nos lo hagan más fácil.
Es importante no entender el nuevo período como una pérdida, sino como una etapa con nuevas posibilidades, proyectos, relaciones, actividades, encuentros, etc, intentando pensar que a pesar de los inconvenientes , es muy probable que las ventajas superen a las dificultades. Si así no fuera, entonces el problema no es volver al trabajo, sino a un trabajo en concreto y a unas circunstancias concretas, y ese, es otro problema, que requiere otro tipo de afrontamiento.