Si queremos prestar nuestra ayudar a alguien, asegurémonos primero que esa persona necesita y quiere nuestra ayuda.
Eran la 10:00 de la noche en un centro de ocio y una madre no dejaba de decir a sus hijas: "No juguéis en las escaleras mecánicas que os vais a hacer daño", "saliros de ahí que os vais a caer". Como los padres sabemos bien, los hijos suelen tener una cierta dificultad para obedecer a la primera, incluso a la segunda y la tercera.
Pues bien, sucedió lo que la madre pronosticaba, se oyó un "ay, ay, ay". La madre y el padre corrieron escaleras abajo, y allí estaba la niña atrapada en las escaleras mecánicas, sentada en una de ellas. Afortunadamente sus quejidos no eran más que un "ay" no demasiado estridente, también los padres sabemos que cuando algo grave pasa a un niño sus gritos los anuncian rápidamente. Así que, aunque la niña estaba atrapada en la escalera, la cosa no pasaba de una bota enganchada y un pie que no se podía sacar. En esa tesitura, a pesar de que se veía que la niña estaba bien, los padres estaban de los nervios y por supuesto, había un gran gentío, cada uno dando su solución, pedida o no. Como observadores estaban varios amigos de los padres y de los niños, entre los que me encontraba yo misma.
Afortunadamente la solución era simple, pero eso sí, hacía falta un poco de tranquilidad y pensamiento, simplemente mover el pie, ver que estaba suelto, tirar poco a poco para que fuera saliendo. Y la niña saco el pie, con un buen susto en el cuerpo.
Y aunque puede parecer que la historia tuvo un final feliz, aquí es realmente donde viene la historia que a mí sobrecogió y me hizo pensar bastante.
El padre, nervioso porque llevaba un buen rato diciendo a su hija que no bajara jugando la escalera, y fruto de la propia tensión del momento, coge a su hija en brazos, la abraza, la besa, a la par que la zarandea un poco e incluso le da un azote con un " te lo estaba diciendo..".
En el mismo instante que el padre hace eso, una observadora de toda la situación previa, se vuelve al padre con los brazos en alto, y gritándole le dice "que no pegue a la niña...!!!" mientras se abalanza encima de la propia niña, a la que su padre tiene que proteger escondiéndole la cabeza para que no viera a un adulto desconocido, gritándole a su padre.
Uno de los amigos del padre, que continúa con la niña en brazos, intenta separar a esa mujer, aclarando que no le está pegando, que es su padre y que la está regañando.
En ese instante una segunda mujer, amiga de la primera, entiendo, todavía más agresiva se dirige a este hombre diciéndole que "no le pegue a la niña que le van a denunciar!!", empujón para un lado y otro, finalmente otro hombre viene en defensa de esas dos mujeres que no dejan de insultar y gritar a los amigos de esos padres que intentaban poner un poco de cordura en todo aquella situación.
Llega seguridad, los amigos de los padres se retiran para poner un poco de distancia, y en ese momento los otros cinco niños, amigos de la niña en cuestión e hijos de los padres que intentaban mediar en dicha situación, que observaban de lejos, lloraban a moco tendido porque "unos señores le están gritando, empujando e insultando a sus papás".
Una vez pasado ese momento, no he podido dejar de preguntarme "¿nos hemos vuelto locos o que está pasando?".
¿Qué es lo que hace que algo así suceda? ¿Cómo podemos generar una situación tan subrealista y al mismo tiempo peligrosa?
Cómo nos consideramos en el derecho de decidir e invadir sin conocer o tener información sobre lo que otro hace con su vida ¿Quien nos ha legitimado para ello?
Como utilizamos de forma tan inmediata e irreflexiva el "te voy a denunciar".
Acaso estas personas que en defensa de que un padre no diera un azote a su hija, en ese contexto, y que lo hacen con una carga tal de violencia física y verbal, que han dejado a todos los niños observadores con miedo y angustia, no se dan cuenta de que su propio comportamiento en defensa teórica de la no violencia es esencialmente violento.
Como observadora, me ha costado procesarlo, ya que entenderlo todavía sigo sin haberlo hecho.
Me he debatido entre escribir este post y no hacerlo, finalmente me he decidido con la intención de lanzar la bola de nieve sobre la montaña y que cada uno vaya hilando su propia reflexión.
La mía propia es que creo que estamos "al borde de un ataque de nervios" y que la mínima situación sirve de chispa para encender una mecha, y a partir de ahí la situación se puede controlar tanto como la cordura de cada uno le permita. Creo que confundimos situaciones. Creo, por supuesto, que si somos conocedores de una situación de violencia ejercida contra otra persona, niño, adulto, anciano, es nuestra obligación moral y deber ético hacer algo, pero creo también que debemos conocer la realidad, la verdad, el recorrido, las vivencias, las historias de esas gentes. Lo demás me parce demagogia barata. Todo hay que entenderlo e integrarlo en un contexto y en un momento, pensemos que nuestra actuación o intervención debe responder a una intención cierta y verdadera de ayudar, más allá del querer salir en la foto porque eso, es lo que vende ahora.
Todos los niños que vivieron esa situación, sólo desean una cosa, olvidar a aquellas personas que "hablaban" de protegerles sin saber nada de sus vidas y necesidades reales.