El estrés es una reacción que se produce ante determinados estímulos, que pueden o no ser aversivos, y que, por lo general, actúa de una forma adaptativa. Por tanto, puede ser positivo y negativo, experimentándose en todas las áreas de la vida.
Ante una situación de posible alarma, en la que tenemos que responder de forma inmediata, se activan una serie de sistemas de nuestro organismo que provocan, entre otras cosas: incrementos de adrenalina en sangre, aumento de la secreción de sudor por las glándulas sudoríparas, aumento de la frecuencia cardíaca (número de latidos por minuto) y del gasto cardíaco (volumen de sangre que los ventrículos expulsan en cada latido), etc. De esta forma, llega a los tejidos más cantidad de sangre, a consecuencia de lo cual, el sujeto se activa y el organismo es más capaz de responder de una forma rápida y eficaz.
Es sólo cuando estas respuestas son muy frecuentes o se mantienen en el tiempo cuando el estrés se convierte en negativo.