Mientras leía en en el periódico digital "¿Deben los robots pagar la Seguridad Social?" pensé que este titular se podría haber visto no hace mucho como una cuestión futurista sacada de alguna película de ciencia ficción. Es más, podría ser el desencadenante de la lucha de robots y humanos que aparece en Terminator: "Los robots se negaron a pagar la Seguridad Social de los humanos. Así comenzó el boicot que terminaría por el aplastamiento de la Humanidad...".
En este contexto se entiende robot como un mecanismo no humano que hace las funciones de un humano o la de varios, pero de manera más eficiente. Es la sustitución de la mano de obra humana la que está en el foco de la definición. Así pues, podríamos introducir dentro de esta categoría a las orquestas de las verbenas de verano que han pasado de ser una banda de al menos cinco componentes, a un cantante con un teclado electrónico para simular que "toca" en directo, mientras lanza las secuencias musicales de los éxitos veraniegos y los pasodobles más castizos.
Y el sonido del pasodoble me hace recordar cuando vivía en plena naturaleza. Si bien carecíamos de los útiles widgets, no nos faltaba qué llevarnos a la boca. Siempre había donde recoger frutas o verduras o plantarlas llegado el caso. No faltaba carne en el plato obtenido por medio de la caza en los bosques que nos daban madera para el cobijo.
Una tarde, decidido a recolectar los alimentos de temporada, me encontré una pared de piedra que me impedía acceder a aquellos lugares donde hasta ahora había estado libremente obteniendo el alimento que necesitaba. Tampoco pude cazar, los bosques estaban restringidos, las aguas estaban legisladas y no podía pescar. No sé cómo ocurrió. Todos los recursos eran propiedad de alguien.
Me entró hambre y quise comer, pero ya no tenía cómo ni dónde. Un buen hombre me ofreció que le ayudara a recoger trigo en su propiedad. A cambio me daría de comer y el trigo suficiente para intercambiarlo por aquello que ya no podía tomar libremente como caza, pesca, un cobijo...
Con el tiempo dejó de contar con mi ayuda. Compró una cosechadora y él solo hacía el trabajo de cien hombres. Cambié la fanega de trigo de la indemnización por una guitarra para incorporarme a una banda. El buen hombre celebró la buena cosecha y nos contrató para animar la fiesta. Nos pagó con una fanega de trigo.
Me fui a la ciudad siguiendo el trigo que desde la cosechadora se trasladaba en camiones. Así entré a trabajar en una fábrica. Reconocía las setas, la fruta, la caza, la pesca de antaño dentro de blisters perfectamente alineados en las estanterías de los supermercados.
Hoy me han comunicado que un robot hará mi trabajo. En un primer momento me he emocionado al pensar que mis fatigas serían menores y mi calidad laboral aumentaría. Luego del malentendido he querido preguntar cuántas fanegas de trigo le darán al robot y si podría compartirlas conmigo a cambio de algún servicio que yo le pudiera prestar. No sé, no tengo muy claro qué podría ofrecerle yo...