Aprendiendo desde pequeños

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Patricia Lanza

 

A lo largo de nuestra infancia aprendemos muchas cosas. Sabemos que los niños son como esponjas que absorben sin dificultad todo lo que se ponga a su alcance. Y ante esa capacidad infinita para asimilar información, los padres se afanan porque aprendan todos esos conocimientos y habilidades que, una vez de mayores, van a ser más complicados de adquirir. Así se les dan clases en diversos idiomas para que sean bilingües o incluso políglotas, se les enseña a tocar instrumentos, se les entrena en deportes... Algunos incluso están estresados de tanta actividad extraescolar a las que se les somete por la sensación esa de que es "ahora o nunca".

Pero en medio de ese afán por aprovechar esa capacidad se suele olvidar enseñarles algo más básico. Algo que, sin embargo, vamos a necesitar con toda seguridad a lo largo de toda nuestra vida y que, curiosamente, casi nadie gestiona adecuadamente (con los problemas e inconvenientes que nos genera continuamente): la gestión de las emociones.

A día de hoy todos hemos sufrido lo que es no poder controlar una emoción que nos invade en un momento dado. Ese día que, estresados a no poder más, saltamos como energúmenos ante lo más mínimo con la persona que menos lo merece. Sabemos que hacemos mal. Nos sentimos fatal por hacerlo, pero no podemos evitarlo. Es como una pequeña válvula que nos permite sacar toda la presión que se nos ha acumulado dentro. Pero no es, ni mucho menos, la solución. Es más, es posible que los problemas que se generen por esa reacción incontrolada sean mayores que el mínimo bienestar logrado por haber reducido un poco la presión.

Por este motivo, porque conocemos las consecuencias de esa incapacidad para gestionar correctamente la presión, resulta tan importante enseñar a los niños a reconocer los primeros síntomas y, sobre todo, a manejarlos de una forma menos dañina.

Los autores del siguiente vídeo quisieron plasmar cómo expresan los niños estas emociones, cómo se sienten y las consecuencias que tienen en ellos y, sobre todo, cómo gestionarlas de una manera más sana e inteligente. Explicado por y para los niños, no sólo es una herramienta útil para ellos. Seguro que los adultos podemos aprender mucho también.

 

 

 

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