¿A qué teme el lobo feroz?

Algunas personas sienten que la mejor forma de defenderse es agrediendo, perdiendo la oportunidad de construir relaciones positivas

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Alicia Jiménez

 

Pobre lobo feroz. Demasiados cuentos y relatos, demasiado mito dejándolo siempre en mal lugar. ¿Quién sabe?. Puede que el lobo aún esté a tiempo de cambiar el modo en que se le percibe. Por nuestra parte también cabe un pequeño paso. Quizás podamos intentar comprenderle mejor.

La vida está llena de lobos feroces, también las organizaciones. La gente les teme. Todos hemos oído comentarios cotidianos como estos: "Eso no le va a  gustar. Susana tiene mucho carácter", "Cuando Luis se ha enterado, se ha puesto hecho una fiera. No sé lo que le dirá", "Ricardo se lo ha dicho bien claro. Esa no es su función. Más vale que no se meta". Hablan de personas en las que los demás reconocen una tendencia a defenderse agrediendo. Quizás lo que más revelador resulta es que estas personas están más preocupadas de marcar límites que de establecer relaciones positivas.  Los límites son necesarios, nos ayudan a saber qué esperar de otros y qué esperan , a su vez, los demás de nosotros. Pero ¿qué sucede cuando esos límites son tan defensivos que inhiben la confianza y la colaboración?

Pobre lobo feroz, lo que le sucede es que no sabe distinguir cuándo está enfadado de cuándo tiene miedo.

Os quiero contar un cuento:

"El lobo feroz vivía feliz en el bosque. Cazaba para alimentarse, no más, corría y retozaba alegremente. Un día apareció en el bosque una niña escandalosa, que cantaba y reía, vestida con una capa de un color imposible que alertaba a todos los animalillos.

El lobo no pudo cazar en todo el día, todo su estilo de vida se vio amenazado, los animales estaban asustados y no salían de sus madrigueras.

La niña lo tomó por costumbre. Cada tarde irrumpía en el bosque acabando con cualquier posibilidad de que el lobo pudiera alimentarse.

El lobo decidió hablar con ella, la cosa no podía continuar así. Fue a su encuentro y le preguntó a dónde iba cada tarde. La niña le contó que visitaba a su abuela y le preguntó quién era él, el lobo se molestó profundamente, la niña estaba en SU bosque y ni siquiera se había molestado en saber quién era ÉL. Había herido su ego. El lobo no  daba crédito. Esa niña era un enemigo insensible y peligroso, una verdadera psicópata con calcetines y zapatitos de hebilla, ¿cómo podía presumir alegremente del rico asado que llevaba a su abuela mientras iba provocando un verdadero desastre ecológico a su paso por el bosque?.

Decidió darle una lección. Se haría pasar por su abuelita y de este modo podría influir sobre la niña para que cambiara su nefasto comportamiento.

El lobo fue a casa de la abuela  cuando ésta estaba fuera, se puso su camisón y se metió en la cama. Cuando la niña llegó el lobo no puedo llevar a cabo su plan porque la niña comenzó a hacer un montón de comentarios groseros sobre el tamaño de sus ojos y sus orejas ¡era el colmo!. El lobo no pudo más y montó en cólera.

Un cazador que pasaba por allí se acercó al oír los gritos e improperios que el lobo le dirigía a la niña. Al ver la escena el cazador dio por hecho que el lobo era el agresor y no al revés y comenzó a disparar sin dejarle dar una sola explicación.

Desde ese día el lobo desconfía de los humanos. Son dañinos, amenazan todo lo que él necesita para estar en equilibrio y ser feliz, tener uno cerca ya le pone de mal humor. Ha aprendido la lección,  no se acerca a ellos ni se deja ver y cuando se encuentra con uno de frente, enseña sus dientes para evitar que le hagan algún daño. En fin... es que el pobre lobo tiene mucho miedo."

 

 

 

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