Infortunios inexistentes

" Soy un hombre muy viejo que ha sufrido muchos infortunios, muchos de los cuales no han ocurrido nunca". Mark Twain.

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Nuria Fernández López

Este pensamiento de Mark Twain no puede encerrar más verdad. Gran parte de nuestros miedos, preocupaciones y ansiedades son anticipos de situaciones que nunca sucederán y que consumen una gran parte de nuestra energía.
La vida en general da un poco de vértigo, pasamos por muchas circunstancias y situaciones ante las que es difícil posicionarse sin sentir un poco de "pánico escénico". Cada día hay amenazas nuevas, o incluso muchas viejas que reaparecen. Son incontrolables las cosas que podrían salir mal, y lo que es peor, muchas finalmente salen mal. Pero lo peor no es esto, ya que cuando el miedo se materializa, con frecuencia cogemos el toro por los cuernos. Lo peor es cuando nuestra mente se posiciona en un modo continuo de anticipación de infortunios.
Pasamos mucho tiempo de nuestra vida asustados y preocupados, aunque es un estado tan natural que en muchas ocasiones ya ni nos damos cuenta. Nos sentimos nerviosos, tensos, rígidos y no podemos dejar de darle vueltas a las cosas. Damos vueltas para evitar tareas, encuentros, cumplir plazos. Se instala en nosotros un estado de alarma constante. En algunas ocasiones es posible que ni nos demos cuenta de lo que pasa, aunque en otras somos plenamente conscientes a pasar del esfuerzo por mirar a otro lado.
Este miedo no es constante ni continuo, nuestro nivel de desazón puede ser bajo en un momento y alto en el siguiente. Podemos sentir angustia habitual o esporádicamente. Sea cual sea nuestra particular circunstancia, todos somos muy conscientes de que el miedo, la preocupación, la ansiedad, nos paralizan y nos impiden disfrutar de la vida en todos o algunos de nuestros ámbitos vitales: familia, amigos, trabajo. Cuando la preocupación es fuerte se interpone en nuestro camino y bloquea nuestros espacios vitales.

 

 

Como el primer paso para el cambio es darse cuenta del lugar en el que estamos, aquí va un pequeño autocheck a ver que nos revela:
Utilizando una escala de 1 al 5 evaluar la frecuencia con la que ocurre cada una de estas cosas:

  • Me siento tens@ (______)
  • Siento como si no pudiera parar hasta que he terminado un proyecto (______)
  • Me preocupo por las cosas pequeñas (______)
  • Imagino lo peor (______)
  • Me siento mal a causa de dolores de cabeza, cuello, espalda, insomnio, molestias digestivas (______)
  • Noto palpitaciones, respiración acelerada, temblores (______)
  • Me cuesta trabajo permanecer sentado sin moverme (______)
  • Me preocupa lo que puedan pensar los demás de mí (______)
  • Me siento inseguro por mi aspecto, inteligencia o nivel de éxito (______)
  • Me siento rígido o irritable (______)
  • No estoy plenamente relajad@ (______)
  • Me preocupan problemas como el dinero o la salud (______)
  • Soy reacio a preguntar algo o pedir un favor (______)
  • Me pongo nervios@ cuando tengo que hablar en público (______)

Incluso sin ser muy riguroso es fácil ver dónde estamos cojeando. Comprender como reaccionamos a las amenazas reales,  y en la mayoría de los casos imaginarias, es el primer paso para poder hacerles frente. El aspecto fundamental de la ansiedad se da en forma de preocupación por el futuro en el que imaginamos desastres de todo tipo y nos devanamos los sesos pensando la mejor manera de evitarlos o afrontarlos, tiempo inútilmente consumido ya que la ansiedad se da porque hay un exceso de futuro en nuestro presente.
Es por ello por lo que gran parte de las recomendaciones para modificar esta situación están encaminadas a conectar con el presente, ya que es el único tiempo sobre el que tenemos auténtico control.

 

 

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