Síndrome del impostor

"No se creen merecedores de los éxitos que obtienen y les preocupa que los demás puedan descubrir en cualquier momento que no son tan..., como parecen".

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Nuria Fernández López

El síndrome del impostor conlleva un sentimiento de ser un fraude a pesar del aval de éxitos, logros y/o reconocimientos. Con frecuencia hace que nos sintamos ansiosos y nuestra autoestima se ve afectada negativamente. A pesar de los logros, las personas que padecen este síndrome, manifiestan importantes dudas acerca de sus habilidades, y creen que éstas son continua e injustificadamente sobreestimadas por los demás. Las pruebas de éxito son rechazadas y razonadas como pura suerte o coincidencia, donde su entorno los ve como más inteligentes y competentes de lo que ellos son en realidad.

El término fue acuñado por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978, año en el que publicaron un artículo sobre este síndrome, llamado "The imposter phenomenon in high achieving women: Dynamics and therapeutic intervention". En ese artículo exponen su investigación donde analizaron un grupo de mujeres con grandes logros. En los resultados encontraron que la gran mayoría de estas mujeres desconfiaban de sí mismas, pensaban que su éxito había sido un fraude y que tarde o temprano eso se descubriría. Según Clance, "el síndrome del impostor es una experiencia interna de fraude intelectual que se da en personas de éxito que no son capaces de interiorizar su propio éxito".

Este síndrome está muy ligado al pesimismo defensivo. El Pesimismo Defensivo y el Síndrome del Impostor tienen dos cosas en común: la existencia de dudas acerca de la propia habilidad, el miedo al fracaso y el mantenimiento de unas bajas expectativas de resultado, todo ello a pesar de una importante historia de éxitos".

Las variables de comportamiento características de este síndrome:

  1. Sensación de no merecer el éxito o reconocimiento que se tiene.
  2. Convicción de que el éxito que se tiene se debe a la suerte o al hecho de haber estado en el lugar indicado al momento indicado.
  3. Grandes dudas sobre las propias capacidades.
  4. Diálogo interno negativo e hipercrítico
  5. Miedo a ser descubierto como un fraude o impostor.

Si pensamos en perfiles de personas que pueden con mayor probabilidad verse limitados por este síndrome, podríamos destacar personas con un alto nivel de autoexigencia, perfiles con autoestima baja , personas con un alto nivel de autocrítica, por citar los más reconocibles. Para estas personas los resultados y los logros no suponen prueba ni evidencia alguna, ya que interpretan que hay algo no visto en su comportamiento, y que en cualquier momento los otros se darán cuenta.

Vivir con esta espada de Damocles, "el pensamiento de ser descubierto en cualquier momento", puede interferir con la salud mental y el funcionamiento general de la persona. Los sentimientos de impostor están fuertemente relacionados con ansiedad, estrés e incluso depresión. El nivel de alerta puede ser realmente agotador. También implica un cierto nivel de asilamiento y dificultad para conectarse con los demás, ya que siempre están condicionados por el miedo a que los "descubran". En términos amplios el síndrome del impostor afecta negativamente a la salud, el bienestar general, las relaciones interpersonales y las perspectivas profesionales de la persona que lo padece.

Como siempre, el primer paso para el cambio pasa por la toma de conciencia, el reconocimiento en uno mismo de este patrón de comportamiento, y a partir de ahí un trabajo personal que ayude a identificar aquello que nos ha conducido hasta este punto, junto con acciones concretas que nos permitan desplegar una nueva experiencia emocional y comportamental.

 

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