Segundo post de nuestra serie de artículos sobre el desarrollo mental enfocado hacia un proceso de mejora continua.
En un post anterior hablamos sobre algunas características mentales propias de los deportistas de élite que les permitían destacar y sobresalir en la eficacia de sus acciones. Hoy nos centraremos en la sincronización y veremos cómo su desarrollo puede ayudarnos en la mejora de nuestras habilidades.
"Hay ciertas cosas que para hacerlas bien no basta con haberlas aprendido".
Lucio Anneo Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.
Llamamos sincronía al efecto de coincidencia en el tiempo de dos o más fenómenos o movimientos. Podríamos relacionarlo también con el concepto de coordinación ya que en el caso que estamos analizando será la correcta unión de habilidades mentales y psicomotrices la que posibilite la correcta consecución de nuestro objetivo.
Aunque resulte obvio comentarlo, el secreto de la mejora de la sincronización reside en la práctica. Podemos observarlo directamente en el aprendizaje de los niños.
A la hora de aprender alguna nueva destreza como puede ser el golpear una pelota con el pie, los niños pueden hacerlo por imitación (viendo a un adulto u otro niño que ya haya desarrollado esa destreza) o de manera guiada por otro individuo (ejerciendo un papel de supervisión, intentando corregir los posibles errores de ejecución). Al principio el niño se mostrará torpe en sus intentos y será incapaz de golpear la pelota. Tras muchas repeticiones logrará un mejor impacto con el balón, imprimiendo más fuerza y precisión en el golpeo. Con un entrenamiento continuado el niño podrá lograr la habilidad necesaria para dirigir el balón hacía el objetivo deseado.
Este proceso de mejora se produce también gracias a ciertos mecanismos de acceso a nuestra memoria. Cuando nos encontramos ante una tarea novedosa en la que no tenemos demasiada práctica activaremos un tipo de procesamiento de la memoria llamado intencionado, que nos exigirá un esfuerzo y buena parte de nuestra capacidad de atención.
Cuando llevemos cierto tiempo desarrollando esa acción que en un pasado fue novedosa y hoy en cambio sentimos que dominamos completamente, los mecanismos que entran en juego son completamente diferentes. El procesamiento automático se realiza casi sin esfuerzo ya que la codificación de esa información la realizamos de manera casi inconsciente. A este tipo de memoria que accede al recuerdo de habilidades motoras y ejecutivas necesarias para realizar una tarea se la conoce como memoria procedimental.
Un ejemplo de este proceso lo podemos encontrar en los conductores. Un conductor novel, entrará en su coche y mentalmente irá repasando una por una todas las acciones que debe ir realizando antes de ponerse en marcha: ajustar el retrovisor, girar para alcanzar el cinturón de seguridad y llevar la hebilla hasta su enganche, comprobar que la caja de cambios se halla en punto muerto, quitar el freno de mano, girar la llave de contacto... Un conductor veterano llevará a cabo todos estos procedimientos velozmente y de manera automática, y seguramente, si le preguntásemos segundos después, no serían capaz de enumerar todos ellos.
La automatización de procesos funciona como un sistema de economía de esfuerzos, ya que reserva nuestra capacidad de atención para tareas nuevas o complejas que nos obliguen a focalizarnos en ellas.
Hasta aquí llega nuestro capítulo dedicado a la sincronización, en próximas entregas del blog dedicaremos nuestro espacio al entrenamiento mental.
Algunos ejemplos de deportistas de élite nos pueden servir para comprobar cómo el entrenamiento mental incide favorablemente sobre el desempeño de nuestras tareas diarias y nos prepara para iniciar un proceso de mejora continua.
Segundo post de nuestra serie de artículos sobre el desarrollo mental enfocado hacia un proceso de mejora continua.
Tercer post de nuestra serie de artículos sobre el desarrollo mental enfocado hacia un proceso de mejora continua.
Cuarto capítulo de nuestra serie de artículos sobre el desarrollo mental enfocado hacia un proceso de mejora continua.