Todos buscamos la felicidad, y es posible que en alguna ocasión hayamos pensado que si tuviéramos más dinero seríamos más felices.
Hace unos días de camino a la oficina escuchaba un programa de radio en el que invitaban a aquellos oyentes a los que les hubiese tocado la lotería a llamar para contar qué habían hecho con el dinero, cómo les había cambiado la vida y si eran más felices desde entonces.
A priori todos pensamos que el dinero no da la felicidad. No tuve oportunidad de oír los comentarios ya que llegué a la oficina antes de que comenzasen las llamadas, pero he investigado un poco para comprobar si existe alguna base empírica en ese tipo de creencias.
Hay un estudio muy interesante de los años sesenta realizado por Philip Brickman y sus colegas qué intentaba descubrir qué pasa con la felicidad cuándo los sueños monetarios se hacen realidad.
¿Esta ganancia inesperada dibuja una sonrisa duradera o la emoción inicial desaparece cuándo nos acostumbramos a la nueva realidad?.
Los investigadores se pusieron en contacto con distintas personas que habían ganado premios sustanciales en la lotería. Como grupo control seleccionó al azar a varias personas de la guía telefónica.
A todos se les pidió que puntuaran lo felices que estaban en el momento actual y lo felices que esperaban ser en el futuro. También se les pidió que dijeran cuánto disfrutaban de los placeres cotidianos de la vida como: charlar con amigos, escuchar chistes, acudir a una reunión social, una buena comida, leer, ir al cine,etc.
Los resultados fueron que aquellos que habían ganado la lotería no eran más felices que el grupo control. Tampoco se encontraron diferencias entre ambos grupos con respecto a lo felices que esperaban ser en el futuro. La única diferencia significativa que se encontró entre ambos grupos, es que las personas del grupo control disfrutaban más de los pequeños placeres de la vida.
En otra serie de estudios también se evaluó si las personas que poseían más dinero pero no fruto del azar, eran más felices. Los resultados muestran que una vez cubiertas las necesidades básicas, un aumento de los ingresos no da como resultado un incremento considerable de la felicidad.
La razón radica en que todos nos acostumbramos bastante deprisa a lo que tenemos, y consecuentemente acaba perdiendo valor. Comprar un coche o una casa nueva provoca un aumento de la alegría, felicidad, satisfacción a corto plazo, pero una vez que nos acostumbramos, volvemos a experimentar sentimientos parecidos a los que teníamos previamente.
Entonces si el dinero no nos hace más felices, ¿qué es entonces lo que nos proporciona una felicidad duradera.?
Pues nuevamente los estudios arrojan resultados sorprendentes. Parece ser que el 50% de nuestra sensación de felicidad está determinado genéticamente, el 10% está relacionado con circunstancias tales como ingresos, estado civil, ocupación, estudios, etc. y el 40% restante depende exclusivamente de nuestro comportamiento diario y la forma en que pensamos sobre nosotros y los demás. Estos datos confirman nuevamente y de forma empírica que la felicidad no está fuera de nosotros sino en nuestra propia mente, lo que nos proporciona un gran control sobre nuestros estados emocionales.
Nuestros juicios son nuestros de verdad o nos dejamos influir por los juicios de los demás.
Somos realmente capaces de predecir cómo nos comportaríamos en un entorno verdaderamente hostil.
Los aspectos legales y filosóficos acerca de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Stanley Milgran. The Perils of Obedience. 1974.
La cultura organizacional es el conjunto de percepciones, sentimientos, actitudes, hábitos, creencias, valores, tradiciones y formas de interacción dentro y entre los grupos existentes en todas las organizaciones.
Nuestros recuerdos no son más que reconstrucciones más o menos exactas de como ocurrió un hecho.
Estamos totalmente influenciados por las opiniones, las conductas, los valores de las demás personas a la hora de decidir ciertas posturas, tomar nuestras propias decisiones o de comportamos en una situación determinada.
No es posible no experimentar sucesos negativos, lo único que podemos hacer es aprender a enfrentarlos de la forma más positiva.
Todos buscamos la felicidad, y es posible que en alguna ocasión hayamos pensado que si tuviéramos más dinero seríamos más felices.
Tal vez muchos de nosotros nos hayamos preguntado en alguna ocasión, ¿qué haríamos si nos encontramos a alguien en peligro?. A la luz de las investigaciones dar una respuesta en positivo o negativo es bastantes complicado.
La capacidad para demorar la gratificación es una habilidad fundamental a la que en formación se le presta muy poca atención, pero tiene una gran relevancia a la hora de gestionar los resultados esperados a corto y medio plazo relacionados con nuestro comportamiento.
Trabajar en el desarrollo de una sana autoestima nos convertiría en menos materialistas.
Al parecer según la investigación los testigos del ataque a Kitty Genovese no son culpables de indiferencia o egoísmo.... Es un problema de cantidad.
El juego del ultimatum se usa como evidencia contra las teorías del homo economicus pues muestra que las elecciones sobre criterios de justicia priman sobre las de beneficio.
El experimiento de Milgran en formato programa reality-show. Impresionante.
El contexto en el que se produce un comportamiento determina su interpretación y significado.
En contra de lo que mucha de la información que nos llega cada día a cerca del comportamiento humano parece indicar, nacemos con el sentido de la justicia.
El experimento llevado a cabo por Marina Abramovic consistía en quedarse inmóvil sin importar lo que le hicieran.