Tal vez muchos de nosotros nos hayamos preguntado en alguna ocasión, ¿qué haríamos si nos encontramos a alguien en peligro?. A la luz de las investigaciones dar una respuesta en positivo o negativo es bastantes complicado.
Si nos preguntan a cada uno de nosotros si ayudaríamos a una persona que se encuentra ante una emergencia, la mayoría responderíamos que sí, sin embargo la investigación nuevamente arroja datos sorprendentes, señalando que hay toda una serie de factores que condicionan nuestro comportamiento final.
En este post revelaremos las claves que se han encontrado como determinantes a la hora de ayudar o socorrer a alguien.
El primer requisito para ayudar a alguien es que conceptualicemos la situación como una emergencia. En un experimento realizado por Leonard Bickman, unas estudiantes sentadas en un despacho oían a través de un intercomunicador un golpe y un grito y la reacción de un testigo del presunto accidente. Cuando las chichas oían al testigo valorar la situación como de una emergencia, interveníam más, que cuando la interpretación era incierta. Cuanto menos ambigua sea la situación más probable es que prestemos ayuda.
Por tanto, el que la situación esté definida como una emergencia es la primera condición de la ayuda.
La siguiente variable es que asumamos nuestra responsabilidad personal en la intervención. Tendemos a ayudar más cuanto no podemos evitar nuestra responsabilidad, en el sentido de pensar que otros actuarán por nosotros. Actuamos más cuando pensamos que somos los únicos conocedores de la emergencia. En el experimento anterior las chicas actuaban más cuanto se le hacia creer que la chica en emergencia se encontraba en la habitación contigua y el otro participante en el edificio de al lado.
Otro aspecto clave a la hora de prestar ayuda está relacionado con el coste/esfuerzo que supone ayudar. Hay un experimento clásico, que creo que ya hemos comentado en relación a este hecho en alguna ocasión, en el que a unos estudiantes de teología se les pide que preparen un discurso para su grabación. Los estudiantes preparaban los discursos en una habitación y luego debían ir a otro edificio para hacer la grabación. A algunos de los estudiantes se les decía que se dieran prisa que llegaban tarde a la cita, a otros se le indicaba que tenían tiempo de sobra, y a otros que iban puntuales. En el camino los estudiantes se encontraban con alguien en el suelo, con los ojos cerrados, tosiendo y quejándose cuándo los estudiantes pasaban. Los estudiantes con prisa eran los que mejor podían ver a la víctima, sin embargo mientras que más del 50% de los estudiantes que iban puntuales y con tiempo, prestaban ayuda, sólo el 10% de los que iban con prisa lo hacían, y eso que su discurso versaba sobre la parábola de buen samaritano.
Otro aspecto importante es el relacionado con los beneficios reales que pensamos que nuestra acción va a suponer. Así, si pensamos que podemos ayudar a alguien la ayuda será más rápida cuanto mayor sufrimiento percibamos en la víctima, pero si pensamos que no podemos hacer nada, habrá una relación directa entre el sufrimiento de la víctima y nuestro distanciamiento. A mayor sufrimiento, mayor distanciamiento.
Ni que decir tiene, que cuando resulta fácil quitarse de en medio, la tendencia a la ayuda se reduce de forma considerable.
Existen también factores que claramente contribuyen a incrementar los comportamientos de ayuda. Por ejemplo que conozcamos a la víctima, o que valoremos que tenemos algo en común.
Como resumen ante una situación de emergencia seguramente nuestra mente buscará respuesta a estás preguntas, y del resultado dependerá nuestra actuación:
Nuestros juicios son nuestros de verdad o nos dejamos influir por los juicios de los demás.
Somos realmente capaces de predecir cómo nos comportaríamos en un entorno verdaderamente hostil.
Los aspectos legales y filosóficos acerca de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Stanley Milgran. The Perils of Obedience. 1974.
La cultura organizacional es el conjunto de percepciones, sentimientos, actitudes, hábitos, creencias, valores, tradiciones y formas de interacción dentro y entre los grupos existentes en todas las organizaciones.
Nuestros recuerdos no son más que reconstrucciones más o menos exactas de como ocurrió un hecho.
Estamos totalmente influenciados por las opiniones, las conductas, los valores de las demás personas a la hora de decidir ciertas posturas, tomar nuestras propias decisiones o de comportamos en una situación determinada.
No es posible no experimentar sucesos negativos, lo único que podemos hacer es aprender a enfrentarlos de la forma más positiva.
Todos buscamos la felicidad, y es posible que en alguna ocasión hayamos pensado que si tuviéramos más dinero seríamos más felices.
Tal vez muchos de nosotros nos hayamos preguntado en alguna ocasión, ¿qué haríamos si nos encontramos a alguien en peligro?. A la luz de las investigaciones dar una respuesta en positivo o negativo es bastantes complicado.
La capacidad para demorar la gratificación es una habilidad fundamental a la que en formación se le presta muy poca atención, pero tiene una gran relevancia a la hora de gestionar los resultados esperados a corto y medio plazo relacionados con nuestro comportamiento.
Trabajar en el desarrollo de una sana autoestima nos convertiría en menos materialistas.
Al parecer según la investigación los testigos del ataque a Kitty Genovese no son culpables de indiferencia o egoísmo.... Es un problema de cantidad.
El juego del ultimatum se usa como evidencia contra las teorías del homo economicus pues muestra que las elecciones sobre criterios de justicia priman sobre las de beneficio.
El experimiento de Milgran en formato programa reality-show. Impresionante.
El contexto en el que se produce un comportamiento determina su interpretación y significado.
En contra de lo que mucha de la información que nos llega cada día a cerca del comportamiento humano parece indicar, nacemos con el sentido de la justicia.
El experimento llevado a cabo por Marina Abramovic consistía en quedarse inmóvil sin importar lo que le hicieran.